Capacidades militares y defensa común en el ámbito de la Unión Europea (1999-2014)
- VERGARA MELERO, JOSE ANTONIO
- Javier Jesús Jordán Enamorado Director
Universitat de defensa: Universidad de Granada
Fecha de defensa: 05 de de febrer de 2016
- Juan Montabes Pereira President
- Guadalupe Martínez Fuentes Secretària
- José Antonio Peña-Ramos Vocal
- Miguel García Guindo Vocal
- Manuel Ricardo Torres-Soriano Vocal
Tipus: Tesi
Resum
Esta tesis está enmarcada en el contexto de seguridad que se abre tras el fin de la Guerra Fría y, más concretamente, en el período abarcado por los últimos 15 años, durante los cuales se ha desarrollado la que hoy conocemos como Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD). Durante este período se ha producido una profunda transformación de las fuerzas armadas europeas que ha repercutido notablemente en la definición y desarrollo de capacidades militares. Después de algunos ensayos previos, gestionados a través de la extinta Unión Europea Occidental, desde junio de 1999, tras el Consejo Europeo de Colonia, la adquisición de capacidades militares para conducir operaciones de gestión de crisis autónomas de la Unión Europea ha sido el motor del desarrollo de la PCSD. La búsqueda de la “capacidad” ha congregado a los Estados miembros con más eficacia que la búsqueda de la “identidad”, que caracterizó la última década del siglo pasado. El centro de gravedad de esta tesis no son las “capacidades militares”, sino la “defensa común europea”, concepto enunciado, pero no definido, en los artículos 24 y 42.2 del Tratado de la Unión Europea y que hoy, a pesar de los esfuerzos realizados, no pasa de ser una aspiración. La tesis trata de verificar si existe coherencia entre las capacidades militares actuales de la UE y lo establecido en los Tratados y en la Estrategia Europea de Seguridad, y si este desarrollo de capacidades forma parte de un proceso hacia la defensa común europea. En consecuencia, el núcleo de la tesis está basado en el análisis de las políticas, estrategias y capacidades militares en el ámbito de la seguridad y defensa, en tres niveles de análisis: Unión Europea, estados miembros y OTAN, y en el período comprendido entre el origen de la PCSD y finales de 2014. Metodológicamente, se trata de establecer una relación entre la variable dependiente “capacidades militares desarrolladas en el ámbito de la UE” y cinco variables independientes: a) La Política de seguridad y defensa, que constituye el marco de directrices políticas para generar las capacidades. b) La Visión-Misión estratégicas, que constituye la referencia o guía fundamental para determinar las características operativas de las capacidades. c) Los Objetivos de capacidades militares, que determinan el qué, cuándo y cómo de las capacidades militares que se pretenden adquirir. d) Los Recursos económicos y financieros, que determinan las posibilidades reales de adquisición y mantenimiento de capacidades. e) La Base tecnológica e industrial de la Defensa, que constituye el soporte imprescindible para generar las capacidades materiales. Las conclusiones obtenidas confirman que las capacidades militares actuales de la Unión son coherentes con lo establecido en los Tratados y en la Estrategia Europea de Seguridad desde el punto de vista organizativo. Es decir, se ha puesto en marcha un proceso en el seno de la UE para planificar, generar y conducir dichas capacidades. En cambio, no se aprecia una coherencia operativa, pues el carácter voluntario de las aportaciones de los Estados miembros y la dificultad para alcanzar consensos en el empleo de las capacidades no garantizan ni la generación suficiente y oportuna de las capacidades necesarias ni su empleo para los objetivos y en los escenarios contemplados por el Tratado de la Unión y por la Estrategia Europea de Seguridad. Por otra parte, la PCSD y las capacidades militares a su servicio no permiten apreciar una coherencia evidente con un eventual proceso hacia una defensa común europea, de acuerdo con la fórmula empleada por el TUE en sus artículos 24 y 42.2. En el mejor de los casos, el estado actual de esta política europea solo permite confirmar un proceso de convergencia de ciertos aspectos de las políticas de defensa de los Estados miembros, impulsado por la Agencia Europea de Defensa y también, quizás en mayor medida, por la OTAN. Este proceso podría favorecer la definición progresiva de una política común de defensa, siempre que los Estados miembros adquieran mayores compromisos, al menos, en los siguientes ámbitos, cada uno de los cuales ofrece una sugestiva fuente para futuras investigaciones: 1. La definición de las estrategias de seguridad y defensa nacionales. 2. El planeamiento colectivo de los sistemas nacionales de defensa, maximizando la complementariedad y las sinergias. 3. La adquisición y el empleo compartidos de inteligencia. 4. La coordinación de los presupuestos de defensa, tanto en los esfuerzos como en los recortes que se realicen. 5. La coordinación de los objetivos de capacidades y la aplicación sistemática del pooling and sharing a todas las áreas de capacidad. 6. El fortalecimiento real de la base industrial y tecnológica de la defensa europea, planteándola con visión global, no nacional. 7. La construcción de una cultura de defensa europea común, en la que se impliquen todos los actores nacionales y supranacionales. Como síntesis, se afirma que la UE dispone hoy de más y mejores instrumentos y de una mayor experiencia para afrontar los nuevos desafíos de seguridad como actor global. Sin embargo, este esfuerzo no revela claramente que se esté recorriendo el camino hacia la defensa común. La futura Estrategia Europea de Seguridad, prevista para el año 2016, ofrece a la Unión la oportunidad de iniciar el salto hacia una defensa común europea. De lo contrario, existe el riesgo de que se agote el impulso y la credibilidad de la PCSD. Este salto requiere un fortalecimiento de la cohesión interna porque parece difícil el desarrollo de las capacidades necesarias sin que se desarrolle una identidad europea fuerte sobre la que construir mayores compromisos, aumentando la confianza entre los Estados miembros, aceptando la interdependencia y equilibrando el reparto de cargas.