La Dawla Raziniyya. Súbditos y soberanos en la Taifa de Santa María de Oriente, siglo V.H/XI.dc

  1. ORTEGA ORTEGA, JULIAN MIGUEL
Dirigida por:
  1. Carlos Laliena Corbera Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Zaragoza

Fecha de defensa: 27 de enero de 2016

Tribunal:
  1. Antonio Malpica Cuello Presidente
  2. Mario Lafuente Gómez Secretario/a
  3. Rafael Azuar Ruiz Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 400373 DIALNET

Resumen

Constituye un rasgo distintivo del pensamiento orientalista la insistencia en la indisociable vinculación que en el Islam se da entre política y religión. Son, sin embargo, numerosas las pruebas que ponen en cuestión esta idea, comenzando por la larga historia del divorcio que, ya en la Edad Media, medió entre califato y sultanato, entre autoridad religiosa y ejercicio del poder: primero, cuando, en el siglo IX, los ulemas consiguieron limitar las competencias de los califas en la elaboración de la ley islámica y después, desde el siglo X, cuando los jefes militares y burócratas comenzaron a monopolizar las facultades gubernativas. En Oriente, la divergencia definitiva entre califato abasí y sultanato se sustanció a partir de mediados del siglo X con el advenimiento de la dinastía buyí. En al-Andalus, un proceso análogo de transferencia de poder efectivo desde el imanato omeya a delegados autorizados tuvo lugar en época del Hixam II, cuando un valido, Ibn Abi al-Mansur ¿Almanzor¿, tomó las riendas del gobierno califal, monopolizando con éxito el mulk ¿la soberanía propia de los monarcas¿ y transfiriéndolo a sus descendientes. Los intentos fracasados de varios miembros de la casa omeya por recuperar el mulk y restaurar, bajo la institución califal, la unión de la autoridad profética y potestad regia desembocaron en una violenta pugna por el trono que solo cesó con la expulsión de Córdoba de la dinastía omeya. El subsiguiente colapso del gobierno central generó un vacío de poder que abrió paso al surgimiento de sultanatos regionales, los denominados "reinos de taifas", cuyo rasgo político distintivo radica precisamente en la acaparamiento total de los atributos de poder propios, teóricamente, del califa. El presente trabajo doctoral ha pretendido analizar en su contexto histórico el proceso de construcción de uno de estos sultanatos, el de Santamariyyat as-Sarq, hoy Albarracín (Teruel), y su perduración, a través de distintas coyunturas históricas, a lo largo de casi de un siglo (ca. 1013-1104). Hacer explícitos los objetivos, la base conceptual y los instrumentos metodológicos empleados a lo largo del texto ha sido el objeto del primero de los capítulos en que se divide el texto. Es preciso destacar, en este sentido, los intentos por resituar el tema dentro del complicado legado historiográfico de las taifas, marcado por los sesgos introducidas por la interpretación nacionalista de la historia andalusí, a partir de la elaboración de nuevas preguntas inspiradas en clásicos de la antropología política y la sociología histórica (Marx, Weber, Veblen, Goffman, Bourdieu). También merece la pena enfatizar los esfuerzos encaminados a explorar las posibilidades de afrontar estas preguntas a partir de un uso combinado, aunque no necesariamente armónico, de las fuentes escritas y arqueológicas. La primera parte del trabajo, que agrupa los dos siguientes capítulos (II y III), ha estado dirigida a analizar en detalle la arquitectura social del estado taifa construido por los Banu Razín, en particular la constitución de una dinastía en el seno de una sociedad cortesana regulada por normas y códigos culturales de inspiración abasí y el despliegue ceremonial empleado como vía de legitimación y consolidación del poder alternativa a las limitaciones militares comunes al resto de taifas. En este sentido, ha resultado especialmente revelador el estudio arqueológico de los espacios áulicos de los gobernantes raziníes y los datos procedentes de las excavaciones practicadas en el castillo de Albarracín, que han permitido profundizar en algunos aspectos cruciales de la sociabilidad y la convivialidad cortesana, en especial el recurso al consumo ostentoso como herramienta de jerarquización social e intimidación diplomática. La reconversión de Albarracín, un antiguo hisn, en una pequeña pero floreciente medina constituye, por otro lado, un primer indicio del impacto que la constitución tuvo la emergencia de este sultanato en su entorno inmediato y la necesidad de asentar las nuevas formas de ejercicio del poder sobre un ecosistema genuinamente urbano caracterizado a la par por el auge demográfico y una creciente complejidad social. Rasgos fundamentales de estas transformaciones sociales, también detectadas en el otros sultanatos taifas, fueron la configuración de una sociedad de rangos con estilos de consumo distintivos y la formación de clientelas urbanas a partir de prácticas de evergetismo de un grupo de notables, que basaba su preeminencia local en recursos típicos de los estados agrarios: las conexiones con la corte, las propiedades periurbanas y el comercio. Ni la formación de la dinastía y la elevación de Albarracín a rango urbano hubieran sido posibles sin la modificación de las conexiones que una y otra mantenían con el entorno rural. Los capítulos IV y V, que conforman la segunda parte del trabajo, han estado centrados en la investigación detenida de estas cuestiones dentro del ámbito territorial sobre el que los Banu Razín ejercieron su dominio durante el siglo XI. El primero de ellos se ha centrado en el estudio de la fiscalidad y el comercio a través de los magros testimonios escritos y sobre todo de los vestigios materiales: la circulación de las monedas y los movimientos locales, comarcales y regionales de las cerámicas. El capítulo V se ha centrado, por su parte, en los husun, los burgos fortificados en los que se sustanciaba el poder de intervención de los raziníes sobre el medio rural, quedando el grueso de las secciones dedicadas a establecer su nómina y rasgos materiales, con especial atención a un caso concreto, el del hisn as-Sahla, la actual localidad de Cella. Los dos restantes capítulos, el VI y el VII, ha tenido al campesinado como principal protagonista. El capítulo VI, de carácter más genérico, ha estado dedicado a la investigación del impacto que sobre el medio rural tuvo la formación del sultanato y la emergencia urbana de Albarracín a través de tres cuestiones básicas: la evolución demográfica, claramente alcista, del campesinado, sus diversificadas estrategias productivas y la organización social de las comunidades rurales. Más apegado al territorio, el capítulo VII agrupa, por último, una serie de estudios comarcales, en los que se analizan los datos en su contexto geográfico. Destaca el análisis dedicado a la zona de Sierra Menera, la mejor conocida, cuya intensa dedicación a la minería y la metalurgia durante época taifa ofrece rasgos peculiares y particularmente expresivos de los modos de organización rural del trabajo y el paisaje, sobre todo en lo relativo al papel del mercado y la especialización de la producción en tiempos de los sultanes raziníes.