Camilo José Cela. Poética y ensayismo(estudio y edición comentada, 1942-1991)

  1. Pardo Fernández, Rodrigo
Dirigida por:
  1. Antonio Chicharro Chamorro Director

Universidad de defensa: Universidad de Granada

Fecha de defensa: 08 de julio de 2009

Tribunal:
  1. Antonio Sánchez Trigueros Presidente
  2. Francisco Linares Alés Secretario
  3. Francisco Álamo Felices Vocal
  4. Enrique Baena Peña Vocal
  5. Katarzyna Moszczynska Vocal
Departamento:
  1. LINGÜÍSTICA GENERAL Y TEORÍA DE LA LITERATURA

Tipo: Tesis

Teseo: 243305 DIALNET

Resumen

Escribió Vázquez Montalbán, dirigiéndose a un escritor cualquiera: Y el crítico espontáneo que no está de acuerdo con lo último que escribes, pero en cambio aprecia mucho aquello tuyo tan bueno, sí hombre, aquello tuyo tan bueno, sí hombre, si lo tengo en la punta de la lengua, eso, ya está: en el caso de Camilo José Cela, lo que se suele referir son sus primeras novelas. Lo que nos debe distinguir como críticos es la capacidad de no quedarnos con la primera impresión, sino estar abiertos a nuevas posibilidades, nuevos ensayos de la práctica de la escritura. Es decir, leer el resto de los libros del autor con la misma apertura y buen ánimo que las primeras obras. La lectura de un autor es la lectura del mundo que construye y recrea en la escritura, el cual participa y se relaciona con nuestro mundo. Es por ello que cuando considero leer a Camilo José Cela, leer en primer lugar su obra crítica, y de manera paralela y complementaria su obra narrativa, lo que hago es aproximarme a su perspectiva de la realidad, al modo en que la conforma coherente en la escritura. En el caso del estudio sobre Cela consideré abordarlo en primera instancia como escritor, preguntándome por su obra y por cuál ha sido su trayectoria, cuáles han sido sus referentes para desarrollarla. En segundo término, me propuse reconocer al escritor como crítico, el escritor que cuestiona su propia obra y la de otros, con una perspectiva que ha querido ir más allá de la mera constatación de hechos, que ha pretendido ahondar en las formas de crear y de conformar historias, de llevar a la práctica el complejo proceso de la literatura. De esta manera, he intentado esbozar algunas vías de investigación sobre la pregunta esencial de si el escritor como crítico, es decir, no sólo creador, sino sujeto reflexivo sobre el mundo, se conforma gracias a ello como un intelectual. ¿Qué es ser crítico?, ¿es ser lo que se considera un intelectual? ¿Cuál es el papel de un intelectual vinculado a lo literario, o como sujeto que desarrolla su labor a partir de la práctica de la literatura? ¿Un escritor es, por serlo, un intelectual? Si el escritor puede conformarse como crítico, ¿hasta dónde llegan sus posibilidades? ¿Hasta qué punto es capaz de transformar, ahondar, en la realidad que lo rodea? He considerado que estas cuestiones no son tan claras como se suele suponer, y de todas formas, este trabajo es sólo un intento más de desbrozar la cuestión. Para apreciar el quehacer de este escritor, he conformado una antología de ensayos celianos publicados a lo largo de casi cincuenta años, en los cuales desarrolla una labor crítica, y al tiempo una labor intelectual en relación a la historia de la cultura y de la literatura en la España de posguerra. Esta recopilación de textos no agota, ni mucho menos, el conjunto de su obra crítica, pero sí permite un primer, esencial, acercamiento a su forma de pensar la literatura, la escritura, la literatura en tanto práctica social, en cuanto oficio o proceso. Esta antología no sólo reúne diversos ensayos, sino que también pretende anotarlos, acotarlos, señalar sus perspectivas, reconocer sus límites y, sobre todo, puntualizar lo que Cela concibe, lo que propone y al tiempo cuestiona de su propio quehacer y la escritura de sus contemporáneos. Se encuentra clasificada de acuerdo con su temática en los índices respectivos, pero para su mejor comprensión he mantenido además un orden estrictamente cronológico. Por último, me he permitido reunir, a partir de una búsqueda a través de recursos digitales, una bibliografía sobre Cela lo más completa posible, en la medida en que puede serlo teniendo en cuenta los alcances de este estudio. Es claro que en mi apreciación de lo que es o lo que debe ser un intelectual, o mi delimitación del quehacer del escritor y su perspectiva, su mundo crítico, el alcance de su pensamiento, he optado por dar prioridad a los autores cuya reflexión o bien coincide con mi perspectiva o bien me sirve como referencia para contrastar, refrendar o negar ciertas posturas relacionadas con la escritura, la labor crítica, o el escritor como intelectual. No puedo, de ninguna manera, pretender agotar las múltiples posibilidades, los cientos de reflexiones que escritores de todas las épocas realizaron sobre su propia labor y la labor de sus contemporáneos. Intentar tal hazaña excede por mucho los límites de esta investigación. A partir del análisis de la obra de Cela, no considerado hasta ahora, desde el punto de vista de la crítica académica, como un crítico o como un intelectual más allá de su obra narrativa, he tratado de configurar una serie de redes comprensivas con el pensamiento de otros escritores, con la práctica de otros críticos que permita relacionar, ahondar y comprender de la mejor manera posible el pensamiento de un escritor que, a pesar de sus muchos méritos reconocidos desde las instituciones, a pesar del reconocimiento de su público, es sumamente difícil de rastrear, o identificar como influencia de otros escritores, de otras prácticas discursivas, al menos en las letras españolas del siglo XX y la primera década del XXI. Cela no ha creado escuela, tiene seguidores mas no discípulos. Esto se evidencia cuando se habla de su aporte a la literatura en español: se suele remitir únicamente a La familia de Pascual Duarte (1943), a La colmena (1951) y como mucho a su Viaje a la Alcarria (1948). El vasto conjunto de su obra posterior, la más de las veces experimental, parece destinado a curiosidad y no a punto de partida. Escribir sobre Camilo José Cela, reflexionar sobre su obra desde una perspectiva académica es en muchos sentidos una empresa arriesgada. Nobel de literatura, premio Cervantes, autor de referencia ineludible en la narrativa española del siglo XX, y sobre todo, figura pública y polémica: en España cada lector (novel o avezado) tiene la más de las veces una opinión sobre Cela, basada en dos o tres noticias, tajante, a favor o en contra. Por otra parte, el volumen de su obra, y de la crítica desarrollada a su alrededor en el mundo, constituye un reto metodológico y plantea la cuestión de si se puede encontrar una vía de estudio sin desarrollar o que no sea tendenciosa en la aproximación a Cela, el escritor. Este trabajo de investigación se conforma sobre un aspecto muchas veces referido, pero no estudiado en profundidad. Cela publicó, entre 1945 y 1996, al menos dieciocho volúmenes de artículos, de temática variada, calidad y extensión dispares. A partir de este corpus, he considerado pertinente esbozar una poética celiana, tomando en cuenta sus ensayos sobre la literatura, los géneros literarios y diversos autores, además de la lectura de su novelística. Para aproximarme a su poética he intentado en primera instancia definir a Cela como escritor, como crítico y como intelectual. Cercanos los veinte años de la concesión del Nobel a Cela, y partiendo desde una perspectiva crítica del quehacer y la pertinencia estética de su obra, vale quizá preguntarnos si no tenía razón al afirmar que en la literatura, como en la vida, el que resiste, gana. Al narrador español más galardonado se le suele apreciar sólo desde un ángulo y perdiendo de vista el vasto conjunto de su obra: sus poemas, tempranos los más pero con piezas maestras como María Sabina, su teatro, sus cuentos, adaptaciones y libros de viaje, y de manera destacada para el estudio de su pensamiento, sus libros de ensayos (la mayor parte, colecciones de artículos aparecidos en la prensa), han sido poco estudiados, sobre todo si tenemos en cuenta el considerable aparato crítico que existe sobre su obra. Es claro que no sólo en el ensayo el escritor (el intelectual) se prolonga en sus escritos. La escritura es un proceso individual y colectivo, a un tiempo abierto a la cultura (ámbito público) y restringido al sujeto (espacio de la intimidad). En este sentido, todo discurso es una extensión y una trascendencia del escritor y su mundo, el que le antecede y aquél del que participa. De alguna manera el ensayo es el texto que parece ser más transparente, en tanto nos hace creer que leemos lo que el escritor (sujeto discursivo) piensa. Pero no nos dejemos llevar a engaño. La mediación del texto es tan compleja en el ensayo como en la narración, sólo que lo disimula de mejor manera. El esfuerzo de la crítica literaria no debe consistir sólo en desentrañar quién emite la voz y quién calla, sino en comprender el universo discursivo resultante de la imbricación de sonidos y silencios. Lo que Cela (como Borges) pretende hacer es un discurso que evidencie que no se escribe sobre la hoja vacía (ni siquiera en culturas que, como las mesoamericanas, no han tenido escritura), sino sobre otros textos (o formas discursivas, de modo que se realiza una intertextualidad o una interdiscursividad). Las digresiones a las que Cela recurre con frecuencia aclaran ideas, pero al mismo tiempo establecen el diálogo con otros textos; la escritura no se muestra automática, espontánea o inspirada por las musas, sino resultado de una cultura escrita, que se refrenda en sus textos. La aproximación a la obra ensayística celiana brinda, en muchos sentidos, guías de lectura de la narrativa de Cela pero también de la cultura española a lo largo de varias décadas. No se trata de soluciones fáciles ni teorías eruditas, sino reflexiones resultado de una práctica de producción de textos perseverante y compleja, y por tanto, de una lectura de discursos de diversa índole, que comprenden el ámbito cultural y sociopolítico del que participa el escritor, los cuales se muestran, ocultan y metamorfosean en la escritura celiana a fin de convertirse en un discurso cuando menos original y variopinto. Los textos que Cela publica a modo de artículos periodísticos, ensayos o breves notas, comparten con el resto de su obra la cualidad de ubicarse a caballo entre los géneros. Es difícil la clasificación rigurosa, desde una perspectiva académica, de un conjunto de textos que pueden echar mano de fragmentos poéticos, de diálogos entre personajes, de referencias metadiscursivas, de la ironía como voz subyacente, como crítica y mordacidad en el discurso. La intención de Cela no fue, en el desarrollo todo de su obra literaria, restringir su quehacer a los límites convencionales de los lectores, el mercado, los editores, o los dictados hechos desde la academia. Por el contrario, la suya fue una práctica que pretendía, en la medida de sus humanas, históricas, hispánicas limitaciones, construir lo literario en cada uno de los espacios de vida. Su literatura no comienza y termina en una obra; sus personajes, sus temáticas y obsesiones no se constriñen entre los arbitrarios límites de un cuento, o las contadas palabras de un artículo. Como lo ha hecho notar Miguel Delibes, desde su particular opinión, el propio Cela se representó y se construyó a sí mismo en el ámbito de lo público como uno más de los personajes que pueblan sus ficciones. Teniendo esto presente, el intento reiterado de eludir la escisión entre la ficción y el mundo, la escritura y la realidad, y al mismo tiempo, el desdibujamiento de los géneros a favor del discurso literario, la lectura de la obra ensayística celiana (como parte de una red extensa y estrechamente relacionada, su obra completa) es una aproximación más a su pensamiento, a su literatura. Es claro que, entre otras muchas preocupaciones, el problema de la novela como género literario, como construcción o forma de proponer la narración es una de las obsesiones, o al menos, de los puntos de referencia recurrentes para Camilo José Cela. Esto se debe a su natural inclinación y práctica del género narrativo, pero también, por supuesto, a los continuos ataques que recibió, por parte de la crítica académica y de otros escritores, en cuanto a que no se ceñía al modelo social y mercantilmente aceptado de lo que es o debiera ser una novela. Su defensa, que, en estricto sentido, no tendría razón de ser si somos capaces de leer su obra más allá de estrictos moldes o parámetros inamovibles, es de algún modo una defensa que se relaciona con la perpetua actitud celiana frente a la censura (de su obra, no la de los otros), frente al cuestionamiento de su quehacer o su palabra como escritor, contra aquellas voces que (la más de las veces, fundamentadas en hechos) cuestionan su participación, su conveniencia al menos con el régimen franquista. Cela es, de cualquier manera, un importante referente de la crítica española que, entre los años 40 y los 70, escribe y publica en la península bajo la sombra de la dictadura. La suya es una crítica literaria valiosa de la literatura que se escribe, se publica o se difunde en España durante la posguerra, pero también de aquella que persiste (en el acervo y la memoria), digámoslo así, desde décadas anteriores. Asimismo, los textos de Cela reflejan la esforzada relación que se empeñó en mantener, con todas sus deficiencias, con sus puntos criticables, con los intelectuales españoles en el exilio. Se trataba de una relación de ida y vuelta con los escritores que vivían en México o Italia, en Argentina o Estados Unidos, en la cual Cela pedía su colaboración (desinteresada) en la revista que editaba, alabando su obra y poniéndose a su servicio. Esto es, les ofrecía, en los obtusos y cerrados a cal y canto ambientes de la posguerra, la posibilidad de publicar en España. Ellos sólo debían enviar sus textos, y lo demás quedaba bajo la responsabilidad del escritor, entonces en Palma de Mallorca. Hay quien sostiene que Cela pretendió beneficiarse en el sentido intelectual, y quizá tangencialmente en el práctico, de una relación estrecha con el exilio; relación de la que pudo haber prescindido, o que pudo no haber intentado establecer; entre otras razones, para evitar complicaciones posteriores. Considero que si se vio beneficiado, siempre con una suerte de condescendencia del régimen, fue por su interés, inteligente en principio, de hacerse con material, de dialogar, de sumar a su visión de las cosas otros pensamientos, otras literaturas que, de un modo u otro, participan y dialogan, con su discurso literario. La lectura de una crítica tan importante en volúmenes, pero sobre todo tan extendida en el tiempo, propicia que seamos capaces de ver en perspectiva una más de las facetas de un personaje (además de escritor e intelectual) de conocida e insoslayable relevancia, en el panorama de la literatura española y la narrativa hispanoamericana del siglo XX. Como se puede apreciar en la antología crítica y comentada de la obra ensayística de Cela, en tanto crítica inmediata, en tanto lectura de la proximidad literaria, histórica y personal, se constituye este conjunto de discursos como un referente de gran importancia para la comprensión de la cultura, en este caso española, europea, en un momento histórico determinado. Es así como la crítica inmediata cobra un invaluable interés debido a su cercanía, objetiva o no, pero al menos simultánea en el tiempo, con hechos, sucesos, prácticas y productos culturales concretos que de otra manera se conforman o construyen en el pensamiento lejanos a nosotros en el tiempo, en los referentes. Debe destacarse, aunque no parezca una idea original, que la crítica inmediata puede tener, como punto débil, la ausencia de distanciamiento histórico, la falta de ciertos consensos en relación a la trascendencia, la pertinencia, y de manera esencial el valor estético de una obra, la validez de un autor. En el otro extremo, la crítica inmediata tiene a su favor la lectura objetiva y subjetiva del mundo que rodea al crítico, a la obra y al escritor. Pensando en la necesidad de echar mano de la crítica inmediata, desde el espacio académico no tenemos otra manera de aproximarnos a una realidad distante que los textos, en este caso la crítica que se produce al tiempo que la obra literaria que nos ocupa. Recuerdo en unas jornadas de teatro clásico el comentario de un académico sobre la carencia, imposible de subsanar, de planos, fotografías o diseños de la escenografía o el vestuario, en general, la puesta en escena del teatro griego. Dicha carencia sólo nos permite una lectura parcial del texto dramático en tanto se ha perdido en la historia la representación, esto es, las características del espectáculo. Del mismo modo, en relación a los textos grecolatinos, poco es lo que nos ha dejado la crítica, exceptuando (valga su calidad y alcances) la Poética aristotélica: nos hemos perdido la recepción, la hermenéutica de la época. Nuestra apreciación de la producción dramática y poética de las culturas antiguas habría sido otra si pudiéramos comparar distintas lecturas de los textos, de su producción, de su recepción. Asimismo, no podemos echar en saco roto los juicios que sobre distintas obras y autores se han hecho a lo largo de la historia, los cuales, en muchos de los casos, valoramos ahora como erróneos o fallidos. Nuestro cuestionamiento contemporáneo no debe basarse sólo en la lectura que hoy hacemos de las obras literarias de autores que, como los hermanos Gouncourt, terminaron pasando a un segundo término, ensombrecida su obra por las novelas de Zola, o los estupendos cuentos de Maupassant en la Francia de la segunda mitad del siglo XIX, por poner un ejemplo. Cuando hablo de comprender el contexto, en este caso, me remito a considerar, en la medida del acceso a las fuentes y de nuestra propia formación literaria o prejuicios, el modo en que una obra literaria se produce, el modo en que es aceptada por un público, y la manera (en muchos sentidos, más relevante para nuestra percepción crítica) en que fue leída una obra en su momento de producción y de difusión. La lectura de la obra ensayística celiana, que se aproxima mucho a la miscelánea, que no al ensayo literario convencional en términos de la crítica, nos brinda la oportunidad de comprender, o al menos aproximarnos a una forma de hacer y de pensar la literatura, de vivir el mundo en cierta manera a través de lo literario, que Cela propone, delimita, conforma a lo largo de más de 60 años de escritura ininterrumpida. En muchos sentidos, la principal conclusión que puede quedarnos a partir de esta antología de textos, es el hecho de que a pesar de las múltiples contradicciones entre su pensar, escribir, decir y actuar (en relación a la política, a la literatura, a las mujeres, por citar algunos ejemplos), es posible identificar, de manera clara, una continuidad en su pensamiento literario, una continuidad en su quehacer diario que al cabo condujo, quizá de manera voluntaria, a que su obra se repitiera, se reflejara a sí misma. Al término de este trabajo puedo decir que aún es posible la sorpresa, el feliz hallazgo en los textos que Cela escribió a lo largo de su vida. Todavía se evidencia, se confirma la idea preconcebida de que no hay, en el conjunto de la obra de un autor de los alcances y la calidad de Cela, un texto o un género desvinculado de los otros; por el contrario, sólo el diálogo, o en su defecto la intertextualidad, las relaciones de la obra celiana consigo misma y con todas aquellas que Cela ha reflexionado, criticado o aprehendido, es lo que conforma esa obra total, esa vida literaria (práctica y cotidianidad, vivencia y ficción) que desde el punto de vista académico, o de la mera lectura por placer, nos enriquece, dialoga con nosotros, y al cabo nos trasciende y nos conforma, un poco más, en nuestro estar en el mundo, nuestro ser humanos.