León Felipe sincrónico y anacrónico. Un estudio de literatura comparada

  1. Puche Gutiérrez, María Teresa
Dirigida por:
  1. Antonio Chicharro Chamorro Director

Universidad de defensa: Universidad de Granada

Fecha de defensa: 10 de julio de 2009

Tribunal:
  1. Antonio Sánchez Trigueros Presidente
  2. María José Sánchez Montes Secretaria
  3. María del Carmen García Tejera Vocal
  4. José Enrique Martínez Fernández Vocal
  5. Katarzyna Moszczynska Vocal
Departamento:
  1. LINGÜÍSTICA GENERAL Y TEORÍA DE LA LITERATURA

Tipo: Tesis

Teseo: 274043 DIALNET

Resumen

Hace algunos años, un compañero de los cursos de doctorado me preguntó sobre el tema de mi tesis. Yo le dije que pensaba investigar sobre la obra poética de León Felipe. Me confesó su absoluto desconocimiento de la existencia de tal poeta. Su observación no sólo me hizo reflexionar sobre las carencias de nuestro sistema educativo, sino también acerca de las razones por las cuales se olvida o se borra a un poeta del panorama literario, de tal modo que las nuevas generaciones de estudiantes ni siquiera hayan oído nunca su nombre. He de decir que ésta fue la primera vez que me sucedió tal cosa pero no ha sido la única. Durante estos años, mientras realizaba los trabajos de doctorado, luego la tesina y, por último, la tesis, curiosamente, han sido muchas las personas que me han preguntado quién era León Felipe. También, de manera contraria, ha habido muchos que han manifestado conocimiento y admiración por el poeta y no sólo por sus textos, sino también por su controvertido pensamiento y su extravagante trayectoria vital y literaria. Sin embargo, en un intento de balance general, pesa más el desconocimiento del poeta sin duda, incluso entre los ámbitos intelectuales. De hecho, sus poemas más popularmente citados son ¡Qué lástima!, Como tú..., Romero sólo... y Vencidos, todos ellos pertenecientes a su obra inicial, Versos y oraciones de caminante, que sin duda sirve para sentar las bases de toda su producción posterior, aunque también es aquella en la cual su auténtica voz poética aún no está bien definida. Por decirlo de otro modo, es la obra menos leonfelipesca de León Felipe. En el ámbito de los estudios literarios la obra del poeta ha suscitado por parte de la crítica un relativo interés que, con frecuencia, ha desembocado en la conformación de una serie de tópicos y de etiquetas que han venido a repetirse hasta la saciedad. Entre ellos destaco fundamentalmente dos: el relativo a la imposibilidad de ubicación del poeta y su obra en algún grupo poético o generación literaria, y la consideración de León Felipe como poeta social. El primero de ellos constituye el eje central de este trabajo, cuya pretensión es precisamente desmitificar la idea de León Felipe como poeta aislado, irreconciliable con su contemporaneidad, así como la identificación en su obra de formas ideológicas y de pensamiento precedentes que ayuden a valorar su producción poética desde la integración en una tradición literaria. Esta tarea, aunque ardua por lo que significa en cuanto a amplitud del marco histórico-temporal que debe ser abordado a la hora de establecer este juego de interrelaciones posibles, me parece muy necesaria, no sólo porque no ha sido estudiada con anterioridad y en profundidad por la crítica, sino también porque la creo esencial para entender y desentramar cualquier manifestación literaria (sólo Víctor García de la Concha en León Felipe, itinerario poético, 1986). El acercamiento a un autor y su obra, dentro del campo de investigación que comprenden los fenómenos literarios, suele partir de la ubicación espacial y temporal del objeto de estudio en cuestión. Este hecho encuentra su razón de ser, como señala Edmond Cros, en la aceptación de que no es posible desvincular el producto literario y a su creador de la realidad concreta, física e histórica, caracterizada por unos modos de producción en coexistencia, los cuales determinan un horizonte ideológico que impregna todas y cada una de las esferas vitales. El sujeto cultural y sus manifestaciones artísticas son también el resultado de la simultaneidad de múltiples sedimentos en constante interacción, acumulados por la sucesión de sistemas históricamente determinados y sus consecuencias. De todo esto se deduce que lo verdaderamente importante no es el hecho literario (o artístico) en sí, sino el entramado social, económico, político, cultural e histórico a partir del cual emerge dicho producto inevitablemente ideológico. Y digo inevitablemente porque todo discurso reproduce unas formas de pensamiento concretas, bien para legitimar la ideología establecida por los aparatos de poder del Estado, bien para contravenir dicho sistema, o para ambas cosas a la vez, es decir, repetir, de manera consciente o inconsciente, ciertas premisas ideológicas vigentes, y crear o recrear otras en oposición. En el caso concreto de León Felipe, la dificultad que ha observado la crítica ante el intento de hallar correspondencia de su obra con otras contemporáneas, tiene que ver, en parte, con esa necesidad creada, desde que Petersen (1930) propusiera su metodología de clasificación generacional, de parcelar todo lo parcelable y aún lo no susceptible de ser parcelado (¿pero esto no es una absurda manera de interpretar el hecho literario?). Afortunadamente, cada vez con más frecuencia, se tiende al estudio de la literatura a partir de métodos de análisis del fenómeno literario que no partan del constreñimiento, sino que permitan poner en relación los distintos discursos artísticos. No resulta válido, desde mi punto de vista, el intento reduccionista de explicación del hecho literario a partir de su inclusión en compartimentos estanco (entiéndase grupos o generaciones, corrientes, géneros, etcétera). Este procedimiento simplificador, en efecto, contribuye a facilitar el acotamiento, la clasificación y la caracterización de una determinada producción desde unas convenciones tal vez necesarias a nivel metodológico pero, al mismo tiempo, constituye una falaz perspectiva de análisis. Las particularidades del artífice del texto literario, objeto de estudio, no deben nunca ser obviadas a favor de cualquier intento reunificador de estilos, coincidencias temporales, temas o estéticas, puesto que son las que nos dan la clave para entender la manera en que los diversos modos de pensamiento, anteriores y presentes, se combinan en el ser humano concreto que escribe un texto particular. En este sentido, a la hora de desentrañar la obra literaria de León Felipe, dentro de su contexto, he procurado atender no sólo a las presencias del texto, sino también a sus ausencias, o lo que es lo mismo, a sus silencios, a aquello que evita decir y a las razones para ello. Lo que no se explicita en un texto conlleva tanta carga ideológica, y en ocasiones incluso más, que aquello que se dice abiertamente. De ahí que las omisiones sean parte esencial constitutiva del significado, aunque no del significante, este último, en cualquier caso, tiene menor peso en el proceso de comprensión y de valoración del texto. Si León Felipe no ha guardado los cánones con toda la puntualísima sincronía que se ha venido exigiendo durante buena parte del pasado siglo, esto no debe hacernos caer en el error de planteamiento que conlleva la afirmación de Max Aub sobre el poeta: (cito textualmente) León Felipe es (él solo) una generación aparte. Yo no he llegado nunca a creer esta afirmación ni en lo que se refiere a la división generacional del proceso histórico y literario ni al hecho de aislar al poeta de todo lo que fluye antes, durante y después de su tiempo personal y poético. Creo que es posible aseverar que ésta ha podido ser, en buena medida, la causa del aislamiento y casi del olvido de determinados autores y sus obras, como ha sucedido, en parte, con el poeta, el cual, como ya señalé, apenas tiene presencia en los programas educativos. Esta falta de flexibilidad crítica en la valoración de su obra lo ha mantenido al margen de la posibilidad de ser relacionado con las diferentes corrientes de pensamiento, siendo así que son muy abundantes los elementos reconocibles e identificables. Mis objetivos, por tanto, a la hora de afrontar este trabajo han sido establecer un sistema de interrelaciones de la obra poética de León Felipe con aquellas corrientes artísticas y de pensamiento presentes en su producción y la búsqueda en el texto de aquellos elementos que remiten a signos reconocibles de obras de otros autores y de otras épocas. Me parece que es posible y necesario entender el discurso poético como resultado de la presencia de otros discursos que le son inherentes y que nos ayudan a entender la obra literaria como elemento conformador de un todo más amplio, en el cual participan muchos discursos paralelos, coincidentes o imbricados de uno u otro modo. Dicho de otra manera, la obra literaria es un producto cultural resultado de una práctica social históricamente determinada. Han sido, pues, válidas como objeto de estudio, sus coincidencias y sus disidencias, su sincronismo y su anacronismo y también aquellos aspectos relacionados con el poeta como ser humano que nos ayudan a entender mejor su obra poética. La metodología comparatista, en este sentido, ha sido de gran ayuda para la consecución de los objetivos planteados. Su flexibilidad, y la oportunidad que brinda de establecer relaciones significativas entre autores y textos (sujetos y discursos), pertenecientes a tradiciones culturales, en este caso literarias, distintas, consigue que, al cabo, podamos lograr una comprensión más adecuada y totalizadora de la obra poética de León Felipe. Los métodos de trabajo intertextual y hermenéutico, también han sido herramientas útiles, en mayor o menor medida, dependiendo de los temas y las necesidades que presenta cada uno de ellos en cuanto a su análisis. La multiplicidad de ideas y referencias discursivas manifiestas en la obra del poeta que pueden ser puestas en relación con otros discursos de otros autores y de otros tiempos, me han permitido y, al mismo tiempo obligado, a abordar un amplio espectro de temas, autores y obras no sólo desde un punto de vista literario, sino también histórico y filosófico, pero sin la posibilidad de profundizar en mayor grado en ninguno de los capítulos en los cuales he creído conveniente dividir este trabajo. Buscando un orden, en parte cronológico y en parte temático, para un correcto y también completo, en la medida de lo posible, índice, he planteado el trabajo partiendo de un estado de la cuestión en el que busco establecer un panorama general de la obra crítica en torno a la producción poética y al autor. Posteriormente estudio al poeta en el contexto que le es propio, tal y como lo ha abordado la crítica tradicional en la encrucijada de las generaciones del 98 del 14 y del 27, convencionalmente establecidas a partir de ciertos criterios metodológicos. Busco ofrecer un panorama general de la significación del poeta en su contexto para abundar más tarde en los pormenores, pero a partir de un criterio distinto, y a mi juicio más coherente, de tratamiento de los diferentes temas de estudio que abarquen desde las relaciones con el romanticismo hasta la vanguardia surrealista, pasando por las problemáticas ligadas a la crisis de fin de siglo, el purismo poético y la poesía de entreguerras y sus autores. Consciente de que la obra de un poeta no sólo se nutre del entorno y de la tradición artística, histórica e ideológica que la precede, sino también de las numerosas lecturas que el propio autor lleva a cabo a lo largo de los años, he creído pertinente, dada la sustancial presencia que éstas tienen en la producción poética de León Felipe, desarrollar un capítulo en el cual poner de manifiesto la importancia que ciertos autores y obras tienen para la construcción de su universo poético. Don Quijote, Whitman, Nietzsche y la Biblia, son los cuatro pilares básicos que sostienen su producción y que, incluso de manera explícita están presentes. Un apartado correspondiente a la desmitificación del reiterado calificativo de social para la poesía de León Felipe cierra el núcleo teórico de mi trabajo, al cual añado, finalmente, un apartado documental que además de incluir dos poemas de León Felipe y Lorca, como material útil para poder seguir el desarrollo del apartado que dedico al estudio de la vanguardia surrealista, contiene también un acervo bibliográfico muy completo, el cual se justifica por la necesaria recopilación de la obra del poeta y de la obra crítica existente sobre él y su producción. La pretensión de esta investigación ha sido ayudar a reconstruir el pensamiento del pedazo concreto de historia que conforma la vida del poeta, desde la aproximación a sus críticos más inmediatos, a sus propuestas poéticas, hasta su lectura de otros discursos. A pesar de que el propio León Felipe manifiesta su soledad poética con pleno convencimiento de manera reiterada, sobre todo en su obra de madurez, este trabajo pone en tela de juicio su desarraigo, bajo la consideración de que éste es más vital que poético. De este modo, su obra de madurez está determinada de forma sustancial por el exilio. En él la condición de desterrado adquiere matices nuevos que van desde su constitución como leitmotiv, o eje vertebrador de toda su obra, hasta la autoimposición de un éxodo interior que lo aleje, de manera consciente y premeditada, de todo lo que suene o remita a normas, escuelas, identidades o sincretismos La posición de León Felipe en las primeras décadas del siglo XX, momento de cambios, novedades y convulsión artística es, en cierto modo, ambigua. Imbuido irremediablemente por el signo de los tiempos, que se traduce en amalgama de modelos y expresiones poéticas en convivencia, oscila entre la herencia romántica y la noventaiochista, el modernismo, el purismo de Juan Ramón Jiménez y su tendencia poética personal. La pretensión de mi lectura, a partir de las premisas de la literatura comparada, ha sido encontrar otras voces que contribuyen a la conformación de la voz poética de León Felipe con su participación más o menos inmediata y evidente, y propiciar vías para su comprensión. León Felipe, como hombre y como poeta, vuelca su esfuerzo hacia la búsqueda de analogías en el mito que le ayuden a entender el funcionamiento del mundo, y ahí es donde descubre no sólo la tragedia griega, sino también el modo en que la leen y proyectan los artífices de las dos formas de pensamiento que podemos designar como imbuidas por este sentido trágico de la vida: la renacentista y la romántica, que se complementan con la incorporación de la filosofía nietzscheana. El poeta es partidario de dar unidad a todas esas tradiciones procedentes de Esquilo y el cristianismo, hombre, semidiós, héroe y Cristo que cobran vida como un todo sintético en la figura del poeta: Prometeo, el profeta, el guía. Lo significativo aquí es que no sólo los utilice como símbolos o representaciones de sus inquietudes, sino que, a la manera romántica, se identifique con ellos tan plenamente que poeta y personajes, en su poesía, formen un todo inseparable. De otra parte, España como tema poético en León Felipe comienza en sintonía con el desastre de la guerra civil. Lo encontramos en su primer libro de este periodo, La insignia, escrito en 1937, y le seguimos la pista hasta su obra póstuma, Rocinante publicada en1969, como también sucede con la temática quijotesca. Ha sido fundamental tener en cuenta esta cronología, porque es decisiva para entender la oposición manifiesta en la poesía de León Felipe entre la España real y la anhelada o soñada por el poeta. León Felipe, en lo que a los movimientos de vanguardia se refiere, nunca asumió el purismo deshumanizado que planteaba Ortega en el cual el contenido aspiraba a ser forma, aunque sí, de manera efímera, la versión opuesta juanramoniana en la que la forma pretendía alcanzar tal grado de perfección que consiguiera quedar asimilada al contenido. De igual manera, es posible constatar en su obra Drop a Star un reflejo de la propuesta artística surrealista. Defenderá una poética del llanto como queja del poeta-hombre, del derecho al pataleo frente a un mundo injusto, frente al dolor. Es el gesto de no permanecer impasibles ante la sordera de Dios y el desamparo del hombre. Pero principalmente es el modo del poeta de hacerse oír, como Job. Llorar redime porque implica sufrimiento. Es la plena asunción del pensamiento judío, pero sobre todo cristiano. León Felipe da forma, en su obra, a la figura del poeta como ser imprescindible para la transformación del hombre y del mundo, creando a su manera un poeta escindido, el cual se eleva por encima del resto de los mortales. El poeta busca un cambio, sí, pero no del estado real de las cosas, sino de la metafísica del hombre, de aquello en lo que, en realidad, ni el poeta mismo puede intervenir. El individualismo, heredado de los románticos, será para León Felipe una creencia, un principio no sólo poético sino también vital, el cual se abrirá paso, desde este primer discurso hasta sus últimos poemas, con la reivindicación de una soledad deseada y sentida, al mismo tiempo que necesaria, que garantice la singularidad. Para el poeta la obra poética no es un producto concluido, sino un organismo vivo que requiere una multiplicidad de colaboraciones, que puede y debe ser transformada continuamente por otros poetas, por él mismo. De ahí sus diversos ejercicios de paráfrasis de Whitman o Shakespeare y de sus propios poemas. Una de las principales aportaciones de este trabajo, en su conjunto, ha consistido en establecer que no se trata de un poeta ajeno a la poética española de su época o a otras tendencias literarias. Se sitúa justamente en el punto de inflexión entre las vanguardias y la tradición, desde el Renacimiento hasta el surrealismo, pasando por el romanticismo (en su vertiente alemana), los escritores de fines del siglo XIX y principios del XX, y por supuesto el conjunto de escritores y tendencias de entreguerras. Su propuesta se corresponde en la sincronía con los intentos pretendidamente renovadores de sus contemporáneos, pero al mismo tiempo es anacrónico en tanto su forma de asumir las ideas románticas y las surgidas a partir de la crisis de fin de siglo, las cuales conforman su pensamiento y su obra de principio a fin. La poesía de León Felipe produce el efecto de que el tiempo se hubiera detenido, pues no hay evolución ni adaptación a las nuevas corrientes artísticas que se van sucediendo en la segunda mitad del siglo XX. Y es que para León Felipe, al menos en teoría, la literatura y la poesía no tienen que ver con modas ni estéticas, sino con el hombre y su problemática existencial. Afirmará el poeta que: si la poesía no sirve para hacer mejor al hombre, no sirve para nada.