Devastatio constantinopolitana. La IV cruzada, expugnación y transformaciones de la ciudad durante la ocupación latina (1204-1261)

Resumen

Bizancio ha sido durante siglos considerada por los occidentales como una fuente de tópicos de la más diversa índole a la que sólo hacían referencia los intelectuales para acordarse con desgana de una civilización que no reconocían como europea. John Haldon, aún en nuestros días, afirma que el Imperio Bizantino sigue siendo un gran desconocido debido a las grandes fluctuaciones que ha protagonizado con sus vicisitudes políticas y su romántico final en 1453. Ese gran desconocido empezó a conocerse en Occidente en virtud a la afortunada aparición en el siglo XIX del investigador alemán Karl Krumbager que en su obcecado empeño y con sus valiosas investigaciones, ha dado lugar a una disciplina académica denominada bizantinística, que pretende realizar un estudio serio y conciso de la sociedad y la cultura bizantina, y que, en última instancia, se propuso romper esa imagen parcial sobre el Imperio Romano de Oriente. Estas investigaciones no traspasaron el mero orden académico y, aún apenas transcienden al gran público que sigue sin conocer muchos aspectos de este gran Imperio milenario. Si tenemos en cuenta lo anteriormente escrito, no es de extrañar que en el acontecimiento que nos ocupa, el estudio de la Cuarta Cruzada y el Imperio Latino de Constantinopla, sea un campo de estudio rico en problemas y desafíos, sobre todo, en España donde se trata de un tema científico casi ignorado. La dicotomía entre “cruzada” como una valiente lucha en pos de una causa suprema, y “cruzada” como sinónimo de barbarie y agresión se dio plenamente en la Cuarta Cruzada, una expedición que ha creado muchos puntos de vista entre orientales y occidentales. Esa dicotomía y controversia ha dado lugar al nacimiento de esta investigación. Lo cual no resulta un asunto baladí. Gustave Flaubert afirmaba que “escribir historia era beber un océano para orinar una tacita”, y, eso precisamente, es lo que se ha tenido que hacer para profundizar en un tema aparentemente tan remanido como el de las Cruzadas, objeto de una historiografía tan extensa y antigua como los propios hechos plasmados por escrito por sus contemporáneos, pero en el que no está todo dicho ni mucho menos y que además está de plena actualidad. El debate sobre el significado de las Cruzadas no se aplaca en este nuevo milenio en el que la distancia entre el Occidente y el Islam se ha hecho más abismal, y en el que católicos y ortodoxos se muestran más incapaces que nunca de superar el pasado. El tema de las Cruzadas sigue más candente que nunca gracias a los intelectuales, a los religiosos y a los políticos partidarios del diálogo de civilizaciones que buscan resolver agravios históricos que hunden sus raíces en el pasado o a los integristas barbudos que arrasan Oriente y amenazan con invadir Europa poniéndolas como excusa. En Occidente, las Cruzadas, especialmente la Cuarta Cruzada, han creado una leyenda negra que gira en torno a su desprestigio y el remordimiento con la consiguiente petición de perdón por parte de diferentes papas en las últimas décadas. La Cuarta Cruzada (1199-1204) provocó la caída de Constantinopla y la instauración del Imperio Latino de Constantinopla, hoy en día, esto aún constituye un misterio historiográfico sin resolver. La bibliografía se ha ocupado de dicho misterio, sobre todo, a partir de la fecha simbólica y conmemorativa del año 2004 (cuando se cumplían ochocientos años de dicho acontecimiento), pero todavía no ha sido posible pronunciarse con determinación respecto de las causas que provocaron este dramático desenlace. La presente investigación intentará sondear en el pasado para dilucidar sobre los hechos y los personajes que la protagonizaron a través del testimonio de sus contemporáneos (orientales u occidentales) para transmitir sus impresiones al presente y para poner al día en el mundo bibliográfico español un tema tan controvertido a través de una amplia orientación bibliográfica y un desarrollo científico a lo largo de los siete capítulos en los que se ha estructurado esta investigación. Se han utilizado numerosas fuentes de muy diversos ámbitos literarios, políticos o geográficos para elaborarla, todas rigurosamente analizadas y confrontadas entre sí, en cuanto a la información histórica, social, política, etnológica o religiosa que nos transmiten. La información que tenemos sobre la historia de las Cruzadas pese a todo sigue siendo básicamente la que sus protagonistas occidentales nos han transmitido, y la que los especialistas en la materia han elaborado basándose en sus relatos. Los investigadores con menos prejuicios y más valor comenzaron en las últimas décadas a tener en cuenta los sentimientos de esos otros protagonistas “olvidados” y verdaderas “víctimas” por la historiografía tradicional: los musulmanes, y más recientemente, los bizantinos. Las Fuentes Bizantinas analizadas, menos numerosas, presentan una exposición de los acontecimientos única y fundamental para nuestra investigación desde su carácter dual de la vida intelectual bizantina, de un lado, obras escritas por historiadores que representaban a la aristocracia, lo secular y la herencia clásica, pero por otro lado obras escritas por cronistas o religiosos que representaban lo popular, eclesiástico y monástico. Unas y otra coinciden en señalar la IV Cruzada como un acontecimiento bárbaro que no sólo rompió los esquemas de Bizancio, sino de la Cristiandad entera. Las Fuentes Occidentales son más numerosas, parciales y apologéticas que las bizantinas, suelen silenciar aquello que no quieren que se sepa y hacen apología de una realidad manipulada o reelaborada a posteriori en cuanto a su justificación de la toma de Constantinopla. La toma de la capital bizantina tiene una explicación histórica que se ha de buscar en su propia grandeza, aquella que aún destila a través de los versos de los que la visitaron y forjaron más allá de sus fronteras la leyenda de una ciudad “dorada” sobre el Bósforo. Sus relatos o vivencias han sido seleccionados no por su valor literario, sino porque son precisas fuentes para la reconstrucción histórica y topográfica de la Constantinopla medieval. Se trata de setenta experiencias vitales pertenecientes a diferentes ámbitos culturales y políticos: Occidente, Oriente, el Mundo Islámico, el Mundo Eslavo o el Mundo Nórdico que nos muestran la realidad de Constantinopla en el Imaginario Medieval como un enclave casi irreal: admirado, deseado y codiciado y, finalmente una cosa llevó a la otra, aquel objeto del “deseo” terminó por ser salvajemente conquistado. Ese acontecimiento provocó la ruptura de la Cristiandad. El hecho de que la Cristiandad se hallé dividida es una realidad con la convivimos sin aflicción, ni dolor. Los problemas de índole dogmática que la han dividido con el devenir de los siglos en diferentes grupos: católicos, protestantes, etc. son por todos más o menos conocidos, pero poco conocemos de la triste realidad que subyace en la escisión del mundo ortodoxo del Orbe Cristiano. La razón se puede achacar a motivos dogmáticos, pero el hecho de que un Papa, Juan Pablo II, en mayo de 2001, pidiera perdón en Grecia por el pasado a la Cristiandad Oriental en nombre de la Occidental, nos habla de una herida profunda y aún sangrante, provocada como hemos visto por siglos de malentendidos y odios, de atracción y repulsión que tienen una explicación histórica. Las Cruzadas, en principio, un fenómeno puesto en marcha por el reformismo gregoriano gracias al rico arsenal ideológico que tan sabiamente supo utilizar el Papado para imponer su supremacía sobre el orbe, acabaron pervirtiéndose cuando atacaron directamente y sin pudor al Imperio Bizantino al que pretendieron ayudar en principio. La Cuarta Cruzada no debería considerarse como tal, ya que nunca penetró en territorio musulmán, y fue más aún que sus predecesoras un himno a la deslealtad, brutalidad y codicia del ser humano. Este acontecimiento histórico tuvo unos protagonistas claros: Venecia y el Papado. Los venecianos quisieron dominar el comercio mundial, por eso su única meta, analizándola objetivamente, fue la de asentar su imperio colonial y su hegemonía económica en todo el Mediterráneo. La toma de Constantinopla en 1204 fue como vemos en su mayor parte un acto económico, pero también un acto de soberbia espiritual. El Papado ansioso por ostentar la supremacía espiritual sobre todo el orbe fue también un protagonista indiscutible de los acontecimientos al dejar que las armas cruzadas actuasen para conseguir aquello que no habían conseguido lograr los diferentes papas tras siglos de negociaciones en torno a la Unión de las Iglesias. El Papa en su celo por expurgar el Cristianismo fue indirectamente cómplice y directamente consentidor de la caída de Constantinopla en 1204 en manos latinas. La historia de la Cuarta Cruzada, vista a la luz de los todos los documentos contemporáneos, no es aquella que se ha contado en los libros de historia durante siglos, la historia del heroico y viejo Enrico Dándolo y de sus compañeros de armas francos, flamencos o alemanes que salvaron a Bizancio de un usurpador, sino que es la historia del anno domini de 1204 en que se produjo el sangriento y devastador saqueo de Constantinopla, un evento donde se desató toda la codicia y brutalidad de los cruzados, contenida durante siglos, y cuyo eco aún se percibe a través de las profundidades del tiempo. La violencia, el rencor y el odio arrasaron todo a su paso y, después se produjo la humillación y saqueo de todo un pueblo que fue despojado de las miles de obras artísticas, literarias y reliquias que había protegido durante mil años. Los cruzados llevaron a cabo un sangriento y planificado saco en Constantinopla, principalmente, en torno a las reliquias no tanto por su valor espiritual, como por su valor económico. Los resultados de esa rapiña organizada, aún hoy en día, se conservan como un auténtico arsenal en iglesias, capillas, instituciones y museos de media Europa. La violencia desatada contra Bizancio favoreció la cultura en Occidente, ya que un inmenso caudal de cultura, religión y arte Bizantino repercutieron a raíz de la IV Cruzada para siempre en el arte y la religiosidad occidental. El Imperio Bizantino, sin embargo, no desapareció cuando los cruzados campearon por las calles de su capital, empaparon sus manos con la sangre de los bizantinos o se aposentaron sobre el terruño bizantino durante décadas. El espíritu de Bizancio pese al papel de víctima que le tocó en el juego de la historia no pereció. Los bizantinos se replegaron a algunas zonas de Grecia, entre otras, a Nicea, donde la difícil coyuntura política y religiosa forjó a un diplomático magistral: Miguel Paleólogo. Este hombre obstinado, astuto, falto de escrúpulos y tan hábil políticamente hablando, fue capaz de lograr reconquistar Constantinopla, fundar una nueva dinastía, consolidar su poder, restaurar su capital, llevar a cabo una complicada política exterior con la cual consiguió neutralizar a los numerosos enemigos del Imperio y expandir sus fronteras. Miguel VIII Paleólogo hizo todo lo que pudo para que Bizancio recuperase su antiguo poderío, pero después de la IV Cruzada fue imposible devolverle su antiguo poderío económico y militar. Constantinopla se convirtió en la cabeza de un Imperio que ahora se reducía a un Estado Balcánico, incapaz de hacer frente al poderío turco que no sólo borraría algunos siglos después a Bizancio de la Historia, sino que asoló buena parte de Europa y estuvo a punto de llegar a su corazón. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA. ACCATTOLI, Luigi, Mea Culpa. Cuando el Papa pide perdón. Milán, 1997. AHRWEILER, Hélène, L’ idéologie politique de l’empire byzantin. París, 1975. ALÍ, Tariq, Le choc des intégrismes. Croisades, djihads et modernité. Paris, 2002. ALPHANDERY, P. y DUPRONT, A., La Chrétienté et l’idée de la croisade. París, 1954-59. ANDREA, A. J., (ed.). Contemporary Sources for the Fourth Crusade. Leiden, 2008. ANGOLD, Michael, The Fourth Crusade. Event and context. Harlow, 2003. ARBAGI, Martín, Byzantium in Latin Eyes: 800-1204. Nueva York, 1969. ARBEL, B., HAMILTON, B., y JACOBY, D., Latins and Greeks in the Eastern Mediterranean after 1204. Londres, 1989. 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