Efectos de un programa de intervención para la mejora de los hábitos saludables (PHS) y diseño y validación del inventario de hábitos saludables (IHS) en escolares

  1. NEBOT PARADELLS, VICENTE
Dirigida por:
  1. Laura Elvira Macagno Director/a
  2. Ana Pablos Monzó Director/a

Universidad de defensa: Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir

Fecha de defensa: 10 de diciembre de 2015

Tribunal:
  1. Belén Feriche Fernández-Castanys Presidenta
  2. Gonzalo Cuadrado Sáenz Secretario/a
  3. Fernando Antonio de Jesús Maia Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 402881 DIALNET lock_openTESEO editor

Resumen

El sobrepeso y la obesidad infantil representan un grave problema de salud pública (Pérez-Farinós et al., 2013; González-Gross & Meléndez, 2013), que debería prevenirse desde la infancia, porque sabemos que el 80% de los niños obesos lo seguirán siendo en su vida adulta (Brisbois, Farmer, & McCargar, 2012). En la actualidad ya se reconoce que la obesidad mata a más gente que el hambre en el mundo (Davies & Mullan, 2014). Las edades de nuestra población de estudio (10 – 12 años), corresponden a la adolescencia temprana, caracterizada biológicamente por grandes cambios corporales y aparición de la menarquía en las mujeres (Sánchez, 2011), lo que induce grandes cambios a nivel psicológico, social y sexual. Estos cambios pueden influir sobre la dieta, la actividad física, los hábitos de sueño y de sedentarismo, y sobre la autopercepción del adolescente. Por lo expuesto hasta ahora, se plantearon dos estudios, el primero relativo al diseño y validación del Inventario de Hábitos Saludables (IHS), un inventario creado específicamente para los niños de esta edad tan compleja, con la intención de vigilar y prevenir conductas de riesgo, relacionadas con los anteriores hábitos saludables. Y el segundo, correspondiente al estudio de los efectos del Programa de Hábitos Saludables (PHS), un programa de intervención que en la línea de las recomendaciones, busca que la prevención se transforme en la mejor estrategia contra la obesidad (van Dijk et al., 2015). Tanto el IHS, como el PHS, se han implementado en la primera adolescencia, por ser el momento en el que se adoptan los hábitos y estilos de vida (Gil, 2010; Redondo, González, Moreno, & García, 2010), para ser utilizados en centros escolares, un espacio ideal en el que impulsar estrategias contra el sobrepeso y la obesidad (Erfle & Gamble, 2015; London, Westrich, Stokes-Guinan, & McLaughlin, 2015), y un lugar idóneo para la vigilancia y prevención de los hábitos saludables en estas edades (Ortega et al., 2014). Además, en el PHS, se incluyó a las direcciones de los centros educativos y a los padres, por considerarse importantes agentes sociales en esta etapa de crecimiento (De Bourdeaudhuij et al., 2007; Melbye, Overby, & Ogaard, 2012). En cuanto al IHS, está compuesto por la Subescala de Hábitos de alimentación en Niños (SEHAN) y por los Indicadores de Hábitos de Actividad Física, Sueño, Sedentarismo y Autopercepcción. Su estructura y diseño final, fue aceptado tras comprobarse que poseía unas buenas propiedades psicométricas, resultando un instrumento fiable, válido y viable, que cuenta con apoyo gráfico, para simplificar su contenido, hacerlo más atractivo a los escolares, y poder ser autoreportado y administrado a un gran grupo (Nebot et al., 2015; Nebot, Pablos, Elvira, Guzmán, & Pablos, 2016). En cuanto al estudio de los efectos del PHS, contaba con un diseño cuasi-experimental pre-post, con grupo control (GC) y grupo intervención (GI), que participó en el PHS. La muestra final del estudio, de una edad media de 10.66 (.712) años, procedía de 4 colegios de la Comunidad Valenciana (SPAIN), y n=76 conformaron el GC (46,1% Varones, 53,9 % Mujeres) y n=82 conformaron el GI (50% de cada sexo). La intervención, tuvo una duración de 8 meses y se llevó a cabo sobre el GI a través de dos sesiones semanales, con un total de 150 minutos a la semana. Además el programa se complementó con 3 charlas de hábitos de salud en escolares, dirigida a padres y profesores del GI. Los participantes en el programa, reportaron una pequeña mejora de su alimentación a través de la SEHAN (p>.05), mientras que el GC, empeoró significativamente su alimentación (p<.05). Además, el GI incrementó sus niveles de práctica de actividad física, mientras que el GC empeoró, hecho que condujo a que las diferencias estadísticamente significativas entre grupos al principio de la intervención (p<.05), se diluyeran al final de la misma (p>.05), obteniendo en general el GI, una mejora de sus hábitos en el programa de intervención. En cuanto a la condición física, que fue evaluada a través de la Course Navete, salto de longitud con pies juntos, Seat and Reach y agilidad 5x10, el GI obtuvo mejoras estadísticamente significativa en todas las pruebas (p<.05), mientras que el GC, solo logró mejoras en el Seat and Reach (p<.05), manteniéndose en el resto de las pruebas sin cambios, e incluso empeorando en la Curse Navette (p< .001). Esta mejora de la condición física y de los hábitos saludables en el GI, se manifestó en las variables antropométricas, pues mientras el GC incrementó conforme a lo esperado su IMC (p<.001), el GI consiguió mantenerlo (p=.698) y reducir su espesor en el pliegue tricipital (PLT) (p<.001) y en el pliegue subescapular (PLS) (p<.001). El GC por el contrario, experimentó un aumento de su PLT (p<.05), y no advirtió cambios significativos en su PLS (p>.05). Finalmente para las variables sanguíneas, el GC muestra un incremento significativo (p<.05) de sus niveles de triglicéridos (TG) en sangre, aunque mantiene estables sus niveles de colesterol total (CHO) (p>.05). Y suponemos que producto de la sinergia, de las mejoras reportadas a nivel antropométrico, de condición física y de hábitos saludables, el GI consigue reducir tanto sus niveles de TG, como de CHO de forma significativa (p<.05). En cuanto a la variable glucosa (GL), ambos grupos aumentaron sus niveles de forma significativa (p<.001), pero las medias se mantuvieron en un rango normal. En conclusión, el IHS mostró ser un instrumento fiable y sensible al cambio, capaz de detectar mejoras y empeoramiento en los hábitos de salud de los adolescentes. Y mediante el PHS, se logró mejorar los hábitos de los adolescentes en una etapa de teórico empeoramiento y asunción de riesgos, se incrementó el nivel de condición física, se redujeron sus espesores cutáneos corrigiendo su perfil antropométrico, y estos cambios, repercutieron favorablemente en su salud, manifestándose en una mejora del perfil lipídico-metabólico al finalizar el programa de intervención.