El arte como legadopatrocinio y mecenazgo en la abadía del Sacro Monte. Siglos XVII y XVIII

  1. Valverde Tercedor, José María
Dirigida por:
  1. Juan Jesús López-Guadalupe Muñoz Director
  2. Alessandro Rovetta Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Granada

Fecha de defensa: 05 de abril de 2019

Tribunal:
  1. Esperanza Guillén Marcos Presidenta
  2. Ana Ruiz Gutiérrez Secretaria
  3. Jesús Rivas Carmona Vocal
  4. Juan Antonio Sánchez López Vocal
  5. Danilo Zardin Vocal
Departamento:
  1. HISTORIA DEL ARTE

Tipo: Tesis

Resumen

La Abadía ilipulitana fue el proyecto personal del singular arzobispo de Granada: Pedro de Castro (1534-1628). Con fecha fundacional en el año de 1610, constituye la materialización de una idea nacida a la luz de unos controvertidos sucesos ocurridos a partir de 1595 en el monte donde, según la tradición, tuvo su ubicación un antiguo asentamiento romano conocido como «Ilípula» y que, gracias a ellos, pronto recibió el apelativo de Monte Santo, Santo Monte, Monte Sacro o Valparaíso. Tradicionalmente se ha dicho de este lugar que era rudo y pobre. Sin embargo, las proximidades al Darro le hacían ser abundante en agua. Estos hechos, muy conocidos y estudiados, consistían en el hallazgo de unas láminas sepulcrales las cuales, junto a unas masas y restos humanos, certificaban estar allí los vestigios de los seguidores del apóstol Santiago, martirizados en tiempos de Nerón: san Hiscio y los hermanos san Tesifón y san Cecilio, primer obispo de Granada y sus discípulos: san Mesitón, san Patricio y san Septentrio, san Maximino y san Lupario, san Turilo, san Panuncio, san Maronio y san Centulio. El descubrimiento de san Cecilio causó especial impacto en Granada por haber sido buscado y ansiado desde bastante tiempo atrás, en una ciudad en la que todavía seguían vivas las tensiones religiosas (entre cristianos y moriscos) y donde la necesidad de probar el pasado cristiano era apremiante. No obstante, lo que transcendió más, sobrepasando las fronteras nacionales, fue la aparición, juntamente con ellos, de unas planchas de plomo que constituían los llamados libros plúmbeos. Estos consistían en una veintena de libros doctrinales que aspiraban a convertirse en un quinto Evangelio, situando de este modo a Granada en los más altos puestos del cristianismo universal. Al mismo tiempo causaron gran inquietud dado que estrechaban lazos entre la religión cristiana y el Islam. En cuanto a las simbologías que les rodeaban se encuentra por un lado el «sigilo de Salomón», que servía de marco a muchos de ellos, y por otro la inscripción de «A María no tocó el pecado primero», con gran significación en la promoción del culto a la Inmaculada. Esto, a la postre, convirtió al arzobispo Pedro de Castro en un gran defensor del concepcionismo. Como conclusión, los citados descubrimientos y su asociación a un pergamino que contenía una profecía de san Juan, junto a las reliquias encontradas años antes al derribar la Torre Turpiana de la antigua mezquita mayor en 1588, vinieron a reforzar la antigüedad del cristianismo en Granada. En este complejo panorama histórico se enmarca nuestra tesis doctoral. Así pues, tras una completa revisión bibliográfica comprobamos que la mayor parte de los estudios sobre la Abadía del Sacro Monte trataban sobre su historia y sus orígenes, prestando especial atención a los libros plúmbeos, pero descuidaban su patrimonio artístico, con contadas excepciones, como los estudios de José Manuel Pita Andrade. Esto, junto al conocimiento de primera mano de la riqueza ornamental de la Abadía, nos hizo plantearnos una tesis centrada en el arte del Sacro Monte. En este aspecto, pronto fuimos conscientes de que una orientación hacia el mecenazgo aportaría a nuestro estudio un enfoque más rico y transversal dado que en él tomarían protagonismo las vidas pero, especialmente de los intereses artísticos de las personas que la engendraron, empezando por Pedro de Castro y siguiendo por sus continuadores. Esta tesis doctoral responde a una serie de objetivos. En primer lugar pretende estudiar la Abadía como un centro de peregrinación de la Contrarreforma mediante el análisis de su vía sacra, iniciada por la hermandad de los trece de la Orden Tercera de San Francisco Casa Grande, en 1633. Seguidamente, busca proporcionar una nueva visión del perfil de mecenas de su fundador, Pedro de Castro. Constituir una división innovadora de las distintas etapas y periodos más significativos de su historia a través de sus principales benefactores, desde los inicios del siglo XVII hasta finales de la centuria siguiente, aportando un análisis riguroso de cada uno de ellos. Asimismo, localizar las obras de arte donadas y que forman parte del legado patrimonial de la Abadía y llevar a cabo su estudio y descripción, a través de la aportación de documentación inédita y por último, y como culminación de todos los puntos anteriores, ponderar la historia y el arte de la Abadía para favorecer su restauración, conservación, investigación. Creímos que esto era necesario porque, durante siglos, sus obras de arte, cuanto menos, fueron desconocidas y, en muchos casos, estuvieron abandonadas y en un precario estado de conservación. Para cumplir con estos objetivos, las fuentes principales que hemos consultado son testamentos, patronatos, obras pías, libranzas, libros de cuentas, libros de actas etc., conservados, entre otros, en el Archivo del Sacro Monte, en el Archivo General de Simancas y en el de la Catedral de Sevilla. A continuación procederemos a exponer con brevedad la estructura de la tesis, avanzando al mismo tiempo algunas de las conclusiones alcanzadas. La primera parte de este estudio está constituida por una serie de epígrafes introductorios: metodología, justificación, estado de la cuestión y objetivos, entre otros. En el capítulo primero, dedicado al marco histórico, partiendo de los estudios publicados, analizamos las similitudes y divergencias entre sacro monte, calvario, vía crucis y vía sacra. A continuación ofrecemos unas pinceladas a la historia de la Abadía, donde pretendemos ponderar su importancia como santuario contrarreformista y su papel en la concepción de Granada como «Nueva Jerusalén». Pedro de Castro es el protagonista principal del segundo de los capítulos, en él, guiados por el Místico Ramillete de Heredia Barnuevo (1741), perseguimos establecer una biografía suya, analizando los aspectos más significativos de su infancia, su formación y primeros empleos. Nos centraremos principalmente en sus etapas como arzobispo de Granada y Sevilla, incidiendo en la influencia que san Carlo y Federico Borromeo ejercieron en su ideario. Bajo una misma temática se sitúan los capítulos tercero, cuarto y quinto, en los que pretendemos, no solo establecer una relación de las distintas donaciones de Pedro de Castro a la Abadía desde su posición de arzobispo de las sedes granadina y sevillana, sino ahondar en sus motivaciones y estudiar su naturaleza. Así como aportar un análisis artístico de la arquitectura proyectada y las obras localizadas. En ellas observamos el importante peso que tuvo el patrimonio heredado por Castro a través del mayorazgo de su padre, Cristóbal Vaca de Castro (1492-1566), y los ricos fondos de la hacienda de la Iglesia sevillana lo que, tras la muerte del arzobispo, provocó el desencuentro entre el cabildo del Sacro Monte y el cabildo hispalense. En el mismo contexto histórico de la fundación del Sacro Monte se sitúa el capítulo sexto, en él, sentando las bases del esquema que seguiremos durante el resto de la tesis, establecemos el primero de los bloques de canónigos sacromontanos (1608-1651) constituido por Justino Antolínez (primer abad), Francisco de Barahora (canónigo obrero) y Pedro de Ávila (primer abad electo). En este caso, a los tres personajes les une el haber sido unos pilares muy destacados en la fundación del Sacro Monte, habiendo caminado desde el primer momento junto a Pedro de Castro. De todos establecemos una pequeña biografía, centrándonos principalmente en sus donaciones testamentarias. El capítulo séptimo lo integran un conjunto de personajes de gran relevancia, seguidores todos del arzobispo y muchos de ellos sus servidores, los cuales constituyen el que llamamos como círculo de Pedro de Castro. De todos, por su legado patrimonial a la Abadía, destacamos a Agustín Manrique, quien entre otros fastos se encargó de la decoración de la bóveda central del claustro, y junto a él, al secretario del arzobispo y primer secretario de la Abadía, Cristóbal de Aybar. El capítulo octavo se lo dedicamos al estudio de un nutrido grupo de personajes sacromontanos que desarrollaron su actividad en un periodo de crisis ocasionada tras la muerte de Pedro de Castro. Una depresión, con destellos de brillantes excepciones, que se consumó definitivamente con la condena a los libros plúmbeos en 1682. En este contexto se nos presentan algunos de los religiosos que demostraron mayor fidelidad a la Abadía, siendo este el caso de Juan Jerez, Baltasar de la Peña, Cristóbal Gómez de Vega, Miguel de Aguilar y Juan Riscos. En el capítulo noveno irrumpen con fuerza los que sin lugar a dudas son cuatro de los más influyentes personajes de la historia de la Abadía. El primero, José de Barcia, capitaneó un proyecto que cambió los derroteros de la institución y no es otro que la construcción de un colegio (1676-1724). Esta ambiciosa empresa estuvo secundada por el que, después del arzobispo Castro, fue el prelado granadino más sacromontano: Martín de Ascargorta y el arzobispo de Toledo, Diego de Astorga. Junto a ellos, en esta época brilló con luz propia el abad, Tomas José de Montes. El décimo capítulo está dedicado al esplendor en las Cuevas protagonizado entre finales del XVII y comienzos del XVIII por la reedificación de la capilla de Nuestra Señora con su magnífica cúpula barroca, gracias, en primera instancia, al fervor de la marquesa de Villamanrique. Esto es claramente demostrativo del impulso devocional que la referida imagen mariana vivió en este momento. A este hay que unir la devoción al Crucificado, más que justificada en un espacio martirial, integrada en las Cuevas gracias a Antonio Bernuy y Mendoza. El idilio entre el Sacro Monte y la municipalidad de Granada, en el siglo XVIII, es el protagonista del undécimo capítulo. En él brillan con luz propia, entre otros, el presidente del cabildo, Heredia Barnuevo, y los caballeros veinticuatro, Juan de la Cueva y Pascasio de Baños, y tiene en la apertura del Carril de los Coches, proyectado 1738, al servicio de la nobleza granadina, el más llamativo de sus frutos. En duodécimo capítulo está centrado en la que podríamos llamar la segunda época dorada del Sacro Monte. En esta etapa fueron fundamentales los descubrimientos de la Alcazaba del Albaicín. A propósito de ello, nos centramos en analizar la proyección del mensaje de tales hallazgos en el retablo mayor (1746-1748), cuya conformación iconográfica le convierte en el paradigma de la ideología arqueológica del Sacro Monte. En él tomaron un relevante protagonismo, junto a otros, figuras destacadas como el beneficiado de las Angustias, Gregorio Eugenio de Espínola (donante), o los canónigos Luis Francisco de Viana y Bustos y José de Laboraria (ideólogos y comisarios). El capítulo número trece está dedicado a la ampliación del templo del Sacro Monte, a través de la cual la vetusta iglesia colegial pasó de tener una a tres naves, superando su inicial carácter provisional, gracias al impulso de Manuel López de Mesa, y al respaldo del abad Martín Vázquez de Figueroa. En este contexto situamos a Antonio Sánchez y la construcción de una nueva cajonería en la sacristía, con su llamativo respaldo barroco, iniciada en 1759. El capítulo decimocuarto se centra en el auge devocional experimentado por el espacio de las Cuevas, en el siglo XVIII. En este momento fueron protagonistas Luis Francisco de Viana y Bustos, del que ya tratamos en relación al retablo, junto a los capellanes Juan de Berroterán y Luis de Uclés. Los frutos más sonados de lo relatado son las reformas estructurales en la capilla de Santiago, el incremento ornamental de la capilla de Nuestra Señora de las Cuevas y la erección de la capilla de la Dolorosa, con su correspondiente dotación artística. El capítulo decimoquinto está dedicado a los canónigos de la Abadía, José Montero y Julián de Villavicencio, célebres burgueses como Jacinto Ruiz Velarde y destacados eclesiásticos como los hermanos Castañeda. La conjunción de este fértil cuarteto de benefactores se dejó ver en la culminación de la última planta del conjunto residencial primitivo y en las construcciones de los grandes edificios occidentales del XVIII (1752-1754). La característica común a todos fue el respeto del plano primitivo de la Abadía al igual que la naturaleza inter vivos de sus donaciones. Como colofón a esta tesis, en el capítulo decimosexto abordamos los destellos de tradición y modernidad que florecieron a finales del XVIII en el Sacro Monte, extendiéndose por toda la centuria siguiente. En este periodo, marcado por la condena de los descubrimientos de la Alcazaba en el año de 1777, la tradición estuvo representada por el magno proyecto del nuevo monumento del Jueves Santo, de ostentosas líneas barrocas, levantado en 1779, siendo abad Miguel Álvarez Cortés. Por su parte, la modernidad está encarnada en la exaltación ilipulitana a sus hijos de ideas más liberales y avanzadas, siendo el prototipo Francisco de Saavedra, a quien retrató Goya. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA Antolínez de Burgos, Justino, Historia eclesiástica de Granada; Sotomayor, Manuel (introducción, edición, notas e índices), Granada, Universidad, 1996. Barbero, Amilcare, «Sacri Monti e Calvari: Una realtà europea», en Tuniz, Dorino (ed.), I Sacri Monti nella cultura religiosa e artística del Nord Italia, Milán, Edizioni San Paolo, 2005, págs. 118-119. Barrios Aguilera, Manuel, La invención de los libros plúmbeos. Fraude, historia y mito, Granada, Universidad, 2011. Bermúdez de Pedraza, Francisco, Historia eclesiástica de Granada; Henares Cuéllar, Ignacio (edición), Granada, Universidad, 1989. 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