Sierra NevadaTestimonios de un milenio

Laburpena

En una frase afortunada que se recupera en este libro Manuel de Falla dijo que «El espectáculo de la naturaleza carece de sentido si no está ligado íntimamente con la historia, es decir, con la huella que las vicisitudes y el destino del hombre deja en la naturaleza. El paisaje sin historia es cosa vacía». Por sus características físicas y biológicas Sierra Nevada es uno de los sistemas montañosos más destacados del continente Europeo. Tiene la mayor altura de la península Ibérica y ella sola alberga más endemismos que muchos países del continente. Pero todo ello sería «cosa vacía» si no se pone en relación con la historia, con lo que ha ocurrido allí y con quienes allí han vivido, contribuyendo con su trabajo a que Sierra Nevada sea lo que hoy es. A esa vivencia humana y material, le acompaña el testimonio de quienes han mirado la montaña, desde dentro y desde fuera, para desentrañar su esencia, descubrir sus entresijos, describir sus peculiaridades, utilizarla como recurso literario o disfrutarla como experiencia personal. Mil años han transcurrido desde que, entre el siglo XI y XXI, narradores, investigadores o deportistas comenzaron a describir su experiencia, vivencial o literaria, con Sierra Nevada y ellos son la materia sustancial con la que se ha construido este libro. Pequeños textos escritos durante los últimos mil años, que pueden tener sentido propio fuera del documento para el que fueron elaborados y que ahora se enlazan como un inmenso rosario de perlas con vida autónoma que se contextualiza por su engarce con las demás. Ese inmenso mosaico, formado por las diminutas teselas que conforman el libro, se ha querido acompañar con una descripción fotográfica de lo que es la Sierra Nevada actual mediante una narración visual organizada sucesivamente en cinco conceptos: el agua, el aire, el paisaje, la flora y la fauna. Todos ellos tienen vida propia pero esta no tiene para nosotros sentido sin la huella que el hombre ha ido dejando en la naturaleza. Bien lo expresó Beethoven al afirmar que «Únicamente los bosques, los árboles, las montañas, devuelven el eco que se quiere oír».