Análisis del impacto de las doctrinas Neo-Salafistas en Bosnia y Herzegovina (1995-2015)

  1. Antúnez Moreno, Juan Carlos
Dirigida por:
  1. Rafael Valencia Rodríguez Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Sevilla

Fecha de defensa: 01 de julio de 2018

Tribunal:
  1. Joaquín Alcaide-Fernández Presidente/a
  2. Juan Manuel Uruburu Colsa Secretario/a
  3. Juan Antonio Macías Amoretti Vocal
  4. Waleed Saleh Alkhalifa Vocal
  5. Carmelo Pérez Beltrán Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 436275 DIALNET lock_openIdus editor

Resumen

Los habitantes de Bosnia y Herzegovina, como otros muchos en nuestro planeta, conocen tanto los efectos positivos como los negativos de la religión: están familiarizados tanto con una tradición centenaria de cooperación y convivencia inter-religiosa, como con el uso y abuso de la religión como elemento catalizador de las más primitivas divisiones nacionalistas e ideológicas. Los conflictos étnicos que se desataron tras el colapso de la antigua Yugoslavia y que provocaron la desintegración final de la misma reflejan hicieron que se presentase a los Balcanes como una zona de ruptura y conflicto entre civilizaciones en lugar de un área de contacto entre las mismas. En ese contexto la religión jugó un papel desintegrador, en lugar de contribuir como un factor aglutinador entre las diferentes comunidades. Existen diferentes razones que explican el proceso de la instrumentación ideológica, política y nacionalista de la religión en los Balcanes. Es importante reseñar, a la hora de realizar nuestro estudio, la posición geográfica de la antigua Yugoslavia, y especialmente la de Bosnia y Herzegovina, que ha sido durante diferentes periodos históricos una zona de contacto y también de fricción entre imperios, civilizaciones, culturas, religiones y de formas de entender el mundo. En Bosnia y Herzegovina coinciden la frontera más occidental del “mundo ortodoxo” con la más oriental del “mundo católico”. Además es la región donde el islam penetró de forma más poderosa en Europa y el único lugar, junto con Albania, donde ha pervivido durante siglos. Tras el colapso de Yugoslavia se produce una erupción de incoherencia nacionalista y religiosa que se manifiesta de la forma más brutal: asesinatos, matanzas, violaciones y limpieza étnica. Las comunidades religiosas, y también algunos de sus líderes, contribuyeron a la exclusión, a la discriminación, al exilio y a la muerte de las personas y la destrucción de los países; aunque también hicieran llamadas por la paz y el cese de la violencia. De la misma forma, una parte de los líderes religiosos musulmanes (como hicieron los de otras confesiones en sus respectivas comunidades) contribuyeron de forma primordial al uso de la religión como factor determinante a la hora de construir la identidad nacional de los bosniacos o musulmanes bosnios. Existe otro factor del conflicto que asoló Bosnia y Herzegovina desde el año 1992 al 1995 que debe ser convenientemente analizado: la llegada de interpretaciones foráneas de la religión musulmana ligadas a posiciones yihadistas y neo-salafistas. Este factor, junto con la anteriormente mencionada “nacionalización del islam bosnio” con fines políticos, será fundamental en el desarrollo de esta tesis. La infiltración de Al-Qaeda en los Balcanes comenzó inmediatamente tras el estallido de la guerra en Bosnia y Herzegovina en 1992, el mismo año el que fue derrocado el régimen comunista de Kabul. Un número aún indeterminado de combatientes musulmanes o muyahidines se desplazaron a los Balcanes con el propósito de socorrer a sus correligionarios bosnios. Algunos de ellos, principalmente aquellos que habían combatido anteriormente en Afganistán, encontraron un nuevo escenario en el que librar su particular yihad. Sin embargo el mayor impacto de Al-Qaeda y otros grupos de ideología similar en Bosnia y Herzegovina se hacía sentir a través del papel desarrollado por las Organizaciones No-Gubernamentales (ONGs) islámicas, las cuales fueron infiltradas por grupos principalmente de egipcios y argelinos que se pusieron al frente de las mismas. Dichas ONGs, que proliferaron durante las guerras balcánicas, operaban principalmente en las áreas de Bosnia Nororiental y Central, prestando ayuda humanitaria a la población musulmana, sobre todo a la que se acercaba a sus posturas religiosas. Sin embargo, el intento de injertar las ideas yihadistas en Bosnia y Herzegovina, que colisionaron frontalmente con la versión tradicional del islam en el país, fracasó estrepitosamente. La limpieza étnica, y las atrocidades que ella conllevaba, favorecieron la exacerbación de una identidad religiosa según un modelo islamista militante y radical, en particular entre algunos desplazados que lo habían perdido todo. A pesar de esto, dicho fenómeno no pasó de ser minoritario, a pesar de las exhortaciones continuas y las presiones de las organizaciones caritativas extranjeras y los “yihadistas” provenientes de Afganistán. Estos combatientes, y las ONGs que les apoyaban, lograron un éxito inicial a la hora de atraer algunos jóvenes bosniacos, que abandonaron su forma tradicional de entender e interpretar la religión musulmana y aceptaron posiciones más rigoristas, puritanas e intolerantes, convirtiéndose en un objetivo potencial para el reclutamiento por parte de organizaciones extremistas. Esta situación podría haber empeorado exponencialmente debido a las paupérrimas condiciones socio-económicas a las que se enfrentaba la mayoría de la población del país, las secuelas psicológicas del conflicto y el resentimiento entre las diferentes etnias por las atrocidades cometidas durante el mismo. A estos factores hay que sumar la inestabilidad política que ha sufrido Bosnia y Herzegovina desde el final de la guerra. Dicha inestabilidad, a pesar de los acuerdos de paz de Dayton y la tutela por parte de la Comunidad Internacional, es el resultado de la constante confrontación entre los líderes y partidos políticos que representan a los respectivos grupos étnicos y que defienden posturas totalmente divergentes acerca del futuro del país, llegando incluso a cuestionar la propia vialidad y supervivencia del mismo. Además, Bosnia y Herzegovina carecía, y aún carece en gran medida, de muchas de las capacidades policiales, judiciales y legislativas necesarias para confrontar cualquier fenómeno terrorista. Por todo lo explicado anteriormente, el contexto de Bosnia y Herzegovina a mediados de la década de los Noventa, ofrecía las condiciones necesarias para que elementos y grupos religiosos que defienden ideologías radicales y promueven la yihad se hubiesen consolidado en el país. Sin embargo, la inmensa mayoría de la población musulmana no apoyó la expansión de interpretaciones religiosas importadas a Bosnia y Herzegovina por los muyahidines y algunas de las ONGs llegadas durante el conflicto. La Comunidad Islámica de Bosnia y Herzegovina, desde su establecimiento a la llegada del Imperio Austro-Húngaro, había marcado el devenir de la interpretación, la educación y la práctica del islam en el país. Sin embargo, durante el conflicto en Bosnia y Herzegovina perdió en parte dicho control, sobre todo debido a la falta de medios, personal y financiación. A pesar de la pérdida de control inicial, dicha institución ha recuperado progresivamente el control sobre la administración de asuntos islámicos en Bosnia. La situación de Bosnia y Herzegovina presentaba algunas condiciones ideales para los objetivos del terrorismo internacional, tales como: la facilidad a la hora de obtener armamento y explosivos remanentes del conflicto recién finalizado, un alto grado de corrupción, la influencia de grupos de crimen organizado, la incapacidad por parte de las autoridades e instituciones de asegurar la ley y el orden, un control de fronteras realmente débil con respecto a los criterios europeos, y una penosa situación socio-económico. A pesar de esto, las interpretaciones neo-salafistas en Bosnia y Herzegovina no cuentan con un amplio número de seguidores. La mayoría de las agencias de seguridad calculan que alrededor de unos 3,000 ciudadanos han abrazado dichas ideas. De ellos, sólo una reducida parte pueden ser considerados como una amenaza para la seguridad y estabilidad del país. La población musulmana local rechaza mayoritariamente cualquier enfoque fundamentalista de su religión, e incluso la mayor parte de los miembros de la corriente neo-salafista han moderado sus posiciones durante los últimos años, colaborando con los representantes de la Comunidad Islámica, aceptando su autoridad y distanciándose del ala más radical del movimiento, que se encuentra prácticamente aislada del resto de la sociedad.