La formación de los profesionales de la intervención social trabajando en residencias con personas mayores en fase terminal

  1. SÁNCHEZ NIETO, RAMÓN JUAN
Dirigida por:
  1. Isabel Latorre Reviriego Director/a
  2. Margarita Campillo Díaz Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Murcia

Fecha de defensa: 17 de julio de 2008

Tribunal:
  1. Juan Sáez Carreras Presidente/a
  2. Alicia García Nadal Secretario/a
  3. Encarna Bas Peña Vocal
  4. Matías Bedmar Moreno Vocal
  5. Jesús García Mínguez Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 107341 DIALNET

Resumen

La muerte forma parte de la vida y las personas mayores que viven esta última etapa tienen necesidad de ser asistidos y ayudados a franquear la última etapa de la vida. Para que ello suceda deben ponerse en marcha todos los recursos y todas las estrategias necesarias para lograr esta relevante meta. . Los objetivos del trabajo de campo en nuestra investigación. 1º. Identificar las necesidades de formación de los profesionales de la intervención social que trabajan en residencias atendiendo a personas mayores en fase terminal o en estado de enfermedad grave. 2º. Tratar de trazar el perfil del formador que ha de preparar a estos profesionales a fin de delimitar sus rasgos y características. 3º. Proponer, a modo de aproximación, un plan de formación que trate de, en función de las necesidades identificadas, cualificar y preparar competentemente a los citados profesionales que laboran entre posibilidades y limitaciones en las residencias públicas y privadas. PROPUESTAS de futuro: 1.) Necesidades de elaborar un plan de formación congruente con los objetivos que se propone. 2.) Necesidad de que tales planes de formación sean conducidos por formadores que respondan a un determinado perfil de sensibilidad y escucha, facilitando así, a través de creación de climas de motivación y procesos de aprendizaje, la preparación de los profesionales más cualificados para realizar tarea tan delicada. Los profesionales que hayan de acompañar a una persona moribunda o en estado grave, deben estar preparados al respecto, para ejercer profesionalmente sus funciones y responsabilidades de manera adecuada a la alta responsabilidad que ello trae consigo. El formador ahora debe tener en cuenta: 1. Que el enfermo, sea cual sea su nivel de gravedad, debe ser considerado como una persona, siempre y en cada instante: una persona viva hasta su último aliento, libre, responsable, capaz de asumir su muerte, si se la ayuda, y capaz de crecer, como dice E. Kübler-Ross, hasta el último momento de su existencia. 2. Que no se trata solamente de formar, sino que estos profesionales tengan una amplia capacidad en ayudar a sus enfermos, en todas sus dimensiones, hasta el último momento de su vida. Sería una torpeza anclarnos a la hora de intervenir en cuestiones corporativistas. Lo que se juega en ese escenario es una enorme importancia. Unas propuestas que han de sostenerse, apoyarse y construirse, como mínimo, sobre estos elementos: 1. La finalidad de la formación. 2. Marco teórico y conceptual. 3. Objetivos 4. Contenidos 5. Metodologías pedagógicas y estrategias formativas. 6. Actividades formativas. 7. Evaluación de la formación Algunas consideraciones : Primera. La educación para la muerte ha de llevarse a cabo desde la niñez. Si realizamos bien esta tarea no necesitaríamos entonces escribir elementales libros sobre la muerte y el morir" (Kübler-Ross, 1998:55). Y en esta tarea de educar para la muerte, familia y escuela deben ir unidas. Segunda. La clave es EDUCAR PARA LA VIDA , el gozo, la felicidad,¿ temas que han actuado como punto de partida de muchas pedagogías vitales y que siguen teniendo una fuerte potencia y llamado existencial. SIN SOSLAYAR, consciente o inconscientemente, que la muerte es un acto que acaece en vida y aún mucho más lo es el recorrido, el proceso hasta llegar a ella. Irresponsabilidad QUE ENCONTRAMOS encontrarnos en una sociedad del consumo que vende, (en vez de educar adecuadamente) ante todo, felicidad, alegría, diversión y gozo ¿. Estamos sumidos en la más absoluta ignorancia de la muerte" (Melich, 1989:132). Tercera. Este educar para la muerte no es para disfrazarla o esconderla u ocultarla. Tampoco para magnificarla y apabullar a los pueblos con los infiernos de turno, sino sobre todo para conocerla y dar razón de ella en la medida en que todo ser vivo, todo ser humano va a pasar por ella. El conocimiento de la naturaleza de la muerte y su sentido universal arroja una luz positiva sobre el significado mismo de lo que supone ser y de lo que hacemos con el tener que tanto nos enfrenta, nos sitúa en una continua batalla de lucha y competitividad. Es por eso mismo que será la reflexión de Levinas una de las mas contundentes al advertir como la muerte es un acontecimiento que "relativiza todas las funciones sociales" e invita a verlas no como poder, conflicto, influencia o dominación sino como "un servicio que intenta promover a los demás y fomenta la convivencia humana": educar para la muerte. Cuarta. Ramiro A. Calle, defendiendo que aprender a morir tiene un objetivo inexcusable que es: "aprender a contemplar abiertamente la muerte y a familiarizarse con ella" (1995:44). "adiestrarnos en la quietud y ante las circunstancias adversas". Quinta. Estamos ante otro tipo de educación cuya finalidad no es solo incorporar al niño a la vida para que circule por ella La educación para la muerte no puede ser la que tecnocrática y rutinariamente se recrea en la escuela ni tampoco la que ha terminado por burocratizar la universidad perdida en formalismos y utopías anacrónicas, sino otra educación que no ceda a "imposiciones imaginarias" o a "escalas de valor absurdas": para aquellos cuya misión profesional es el pensamiento y el conocimiento como son los profesionales de la formación la rutina no puede ser la que domine la relación educativa ni tampoco la falta de realismo (Jonson, 2000:45). Este educar con realismo es un buen antídoto contra temores y amenazas, contra el miedo irracional que padres y educadores ha de procurar combatir propiciando el que los chicos "se enfrenten a situaciones temidas", a que "no huyan a la menor dificultad por sistema" (Silverio, 1999:263). De esta argumentación Silverio concluye, en su A educar también se aprende, que "hay que informar a los niños de la muerte de un ser querido de manera inmediata" (1999:272). Es de esperar que de ese proceso el logre configurar una percepción de su finitud. Sexta. Educar para alcanzar conciencia del límite y, por tanto, es una educación verdaderamente humanista. "Educar para la muerte, apunta Melich, significa aceptar la muerte, la finitud en cuatro grandes acepciones: la singularidad, la autenticidad, la libertad y la verdad" (Melich, 1989:136). En la misma obra, Melich, había escrito en unas líneas anteriores: "La pedagogía de la muerte se hace necesaria desde el momento en que nacemos a la vida, ya que la muerte no se sitúa al final del camino, sino que surge en el primer instante de mi aparición en el mundo. Cada momento vivido supone la muerte para mí; muriendo, vivo dramáticamente en un constante renunciar" (1989:135). Por lo tanto, como escribirá en otra obra coeditada, no se puede "ocultar la muerte al moribundo, sino también a toda la sociedad, sobre todo a los niños", por mucho que se argumente que ellos no deben experienciar" emociones insoportables que rompen el supuesto equilibrio psicológico y social de la vida cotidiana" (Melich y Duch, 2005:347). El trabajo de campo en esta investigación ha buscado: 1º. Identificar las necesidades de formación de los profesionales de la intervención social que trabajan en residencias atendiendo a personas mayores en fase terminal o en estado de enfermedad grave. 2º. Tratar de trazar el perfil del formador que ha de preparar a estos profesionales a fin de delimitar sus rasgos y características. 3º. Proponer, a modo de aproximación, un plan de formación que trate de, en función de las necesidades identificadas, cualificar y preparar competentemente a los citados profesionales que laboran entre posibilidades y limitaciones en las residencias públicas y privadas. - las residencias actuales van modificando, en muchos de los casos, sus estructuras y la oferta de servicios que dirigen a los mayores, aún reconociendo que muchas de ellas se mueven por intereses económicos mas que humanos; - los profesionales han ido cambiando la imagen que tienen de su propia profesión y de su trabajo a medida que van creciendo en experiencia; - que los formadores, normalmente vinculados a la institución universitaria donde emanan las titulaciones, también van variando su capacidad de formación, dotados como están de más recursos y posibilidades para realizar su trabajo. DAR PASO DE UNA VEZ Y DE UNA MANERA RESPONSABLE Y LIBRE DE PRESIONES POLÍTICAS (PSEUDOIDEOLÓGICAS), A UN PROGRAMA DE FORMACIÓN CONSTRUIDO PARA LA FORMACIÓN DE PROFESIONALES QUE TRABAJAN EN RESIDENCIAS CON PERSONAS MAYORES VULNERABLES De sobra todos somos conscientes de que la formación debe jugar un papel muy importante, ya que a partir de ella, inicialmente, debe comenzar a tarea de preparar la integración de conocimientos, habilidades y actividades que necesitarán recrear, de acuerdo con las situaciones, los profesionales de la intervención social en sus respectivos trabajos en las residencias. Por esto mismo, las estrategias de aprendizaje que se seleccionen para llevar a cabo la formación será una tarea pensada, reflexiva, y no planteada superficialmente. Y en ese sentido, todo lo que el formador pueda hacer, a través de las prácticas o el practicum, porque los profesionales tengan la oportunidad de conocer el sector de población -los mayores- y el tipo de situación en que se encuentra -recorriendo como esfuerzo grave un camino doloroso-, los estudiantes (futuros profesionales) o los ya profesionales incorporan a su bagaje profesional experiencias vividas que mejoraran su nivel cualitativo de intervención con los destinatarios de sus acciones. Así que, bajo estos supuestos de partida, por otra parte harto teorizado por todos, organicemos coherencias, vía realidades prácticas. Empeñados más en ser efectivos que en otros umbilicales menesteres, abordar, porque la urgencia social espera, un proceso dinámico donde paso a paso se ha de ir consensuando la construcción del Programa de Formación, en base a la experiencia colmada por logros (no por las consabidas expectativas que apenas se cumplen) y que lo multidisciplinar se adecue a un aunado proceder. El desarrollo de la investigación se ha de centrar tanto en el respeto a la activas iniciativas de mejora constante de los profesionales que intervienen en el equipo, como en que ese equipo funcione de manera sincronizada, orientados a los verdaderos intereses del paciente terminal como ser pensante y sintiente (plus anatomías o filosofías). Conscientes de ser, científico tras científico, cual imprescindibles piezas de un solo motor, ahora, lo que pedimos desde este Nuevo Proyecto, es que ese motor, sencillamente funcione en el humano proceso de abandonar la vida.