El singularen la confluencia entre el pensamiento de kierkegaard y la metafísica del ser

  1. Melendo Millán, Irene
Dirigida por:
  1. Juan Agustín García González Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Málaga

Fecha de defensa: 07 de septiembre de 2017

Tribunal:
  1. Ignacio Falgueras Salinas Presidente/a
  2. José García Martín Secretario
  3. María Cristina Reyes Leiva Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 485264 DIALNET lock_openRIUMA editor

Resumen

1. Introducción La investigación que se recoge en estas páginas versa fundamentalmente sobre la singularidad de la persona. Y cuando se habla del individuo singular, hay un nombre que resuena con gran fuerza: el de Søren Kierkegaard. De ahí que este trabajo se mueva en un terreno claramente kierkegaardiano. No obstante, desde que comencé a adentrarme en el estudio de las obras de Kierkegaard y a comprender la enorme fecundidad y riqueza de sus escritos, me ha parecido descubrir una posible coherencia o afinidad entre sus clarividentes afirmaciones y las de aquellos que, a mi parecer, son los mejores exponentes de la actitud metafísica. Me refiero, fundamentalmente, a Aristóteles y a Tomás de Aquino. Sin embargo, muchos de los investigadores kierkegaardianos niegan la compatibilidad de su planteamiento con cualquier visión metafísica. Y centran dicha argumentación en torno a dos cuestiones: a) En primer lugar, la aparente contradicción entre ambos tipos de pensamiento se presenta ya en el tipo de saber que persiguen unos y otros: frente al conocimiento subjetivo que Kierkegaard defiende, no cabe duda de que la metafísica pretende ser objetiva, afirman muchos. b) Por otra parte, la concepción de la persona en Kierkegaard como alguien que tiene que hacerse a sí mismo, es incompatible con una visión metafísica de la misma, que la entiende como una sustancia estática, ya dada y concluida de antemano, sostienen otros. 2. Desarrollo teórico Respecto al primer punto, expongo en este trabajo que la unión entre pensamiento y vida es igualmente estrecha en Tomás de Aquino y en Kierkegaard. En su acepción más densa y profunda —más personal—, la verdad nunca es puramente objetiva ni puramente subjetiva, sino que requiere de ambas dimensiones. Las dos son necesarias para responder a las exigencias de la persona que se pone en contacto con la realidad, persona dotada tanto de inteligencia como de voluntad. Y, según trato de mostrar, tanto la filosofía de Tomás de Aquino como el pensamiento de Kierkegaard requieren de ambos polos del conocimiento; si bien, en el desarrollo de sus respectivos planteamientos, el primero haga quizás más hincapié en el contenido objetivo y el segundo en la apropiación subjetiva. Además —atendiendo ahora a la segunda objeción—, el énfasis con que Kierkegaard acentúa el carácter dinámico de la persona, la posibilidad y necesidad de hacerse a sí misma, no supone la negación de algún tipo de ser que constituya a la persona como tal, un ser en cierto modo “anterior a” o “independiente de” su obrar. Aunque Kierkegaard se mueve principalmente en el plano ético, su concepción de la persona permite y reclama también cierto nivel metafísico, que fundamente y garantice el carácter singular de toda persona humana y que posibilite su posterior desarrollo. Al mismo tiempo, la concepción tomasiana del acto personal de ser, lejos de abocarnos a una visión estática o cosista de la persona humana, conduce de nuevo a esa necesidad de formarse a uno mismo mediante las acciones libres. El acto de ser personal no solo nos pone en la existencia, sino que es el origen de toda actividad. Actividad que revierte de nuevo en el perfeccionamiento y despliegue de la propia persona. Pues el acto de ser, posibilitado pero a la vez limitado por la esencia, va desarrollándose a través de sus operaciones, avanzando de este modo, progresivamente, hacia su plenitud… que es la de la persona toda. En los dos casos, por tanto —y a mi juicio—, la contradicción entre Kierkegaard y Tomás de Aquino es solo aparente, y se deshace cuando se alcanza una correcta comprensión de ambos pensamientos: tanto de la metafísica, tan malinterpretada y denostada en ocasiones, como de las enseñanzas de Kierkegaard, repletas de paradojas y ambigüedades. 3. Conclusión De ahí que este trabajo trate de “unir” la visión de Kierkegaard y la de Tomás de Aquino, en el tema concreto de la singularidad de la persona, precisamente como contrapunto respecto a tantos que ponen en duda la viabilidad de esta empresa. De “unir” o, al menos, de “contrastar”. Pues, por supuesto, no pretendo en absoluto afirmar que Kierkegaard desarrolle una metafísica, ni que las afirmaciones de Tomás de Aquino se encuentren implícitas en su pensamiento. Por tanto, aunque me afane en mostrar las similitudes, también soy muy consciente de las diferencias entre Kierkegaard y Tomás de Aquino (y Aristóteles). Pero precisamente esa distancia en ciertos aspectos realza al mismo tiempo la proximidad en otros. Llama la atención cuando se advierte —como trato de destacar en este trabajo, frente a lo que tantos afirman— que, recorriendo diferentes caminos, ambos pensadores convergen en el mismo punto: en la extrema singularidad de la persona. Pero además, precisamente la diferencia de planteamiento o de método entre ambos autores puede suponer una ventaja para el que es, en última instancia, el propósito final y más decisivo de este trabajo: alcanzar una mejor comprensión de la realidad; de la realidad de la persona humana y de su singularidad, su fundamento y sus implicaciones. Mi intención, por tanto, es mostrar cómo ambas perspectivas se complementan y ofrecen una visión más certera y completa de la realidad y más acorde a la condición de la persona que conoce. En este sentido, me parece que un estudio que incorpore ambos enfoques —el metafísico y el de Kierkegaard (más fenomenológico, por así decir)— permite alcanzar una visión más honda y completa —más rica y fructífera— de la singularidad de la persona humana, preservando y acogiendo los aciertos de ambos pensadores.