Comportamiento de riesgo, impulsividad y toma de decisiones ante eventos catastróficos. Bases neurobiológicas y conectividad efectiva como factores predictivos y de prevención
- Mas Cuesta, Laura
- Antonio Cándido Ortiz Codirector
- Andrés Catena Martínez Codirector
Universidad de defensa: Universidad de Granada
Fecha de defensa: 26 de abril de 2024
- Antonio Verdejo García Presidente/a
- Carolina Díaz Piedra Secretaria
- Alberto Megías Robles Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
La toma de decisiones es un proceso complejo sustentado por múltiples redes cerebrales encargadas de valorar las alternativas de acción, controlar la conducta y evaluar los resultados para aprender de la experiencia. Los modelos neurobiológicos de toma de decisiones establecen que el sistema socioemocional o de recompensa cerebral desempeña un papel fundamental en la asignación de valor a las diferentes opciones de conducta. Durante este proceso, se valoran los posibles resultados en función de los beneficios y los costes esperados, de la incertidumbre asociada a la decisión y del tiempo transcurrido entre la acción y las consecuencias. Es por esto, y dado su carácter subjetivo, que ciertos factores de personalidad, como la impulsividad y la sensibilidad a las recompensas y castigos, también desempeñan un rol decisivo en la valoración de las opciones de elección. Una vez que se han evaluado los cursos de acción posibles, el sistema de control cognitivo facilita la implementación de la conducta. Sin embargo, no todas las decisiones llevan a acciones adaptativas, como ocurren en el comportamiento de riesgo que, en cualquiera de sus dimensiones, implica elegir una alternativa que conlleva una alta probabilidad de que ocurran consecuencias negativas para la persona. Debido a la importancia de este tipo de conductas, diversos modelos de toma de decisiones han postulado la existencia de un mecanismo dual de procesamiento en su intento de explicar el comportamiento de riesgo. En esencia, se han postulado dos redes cerebrales, una de control cognitivo y otra de procesamiento de las recompensas. Además, debido a la complejidad de este proceso, factores como el contexto social, las emociones y los rasgos de personalidad influyen de manera fundamental en las decisiones arriesgadas. Una vez que la acción se ha realizado, se evalúan sus consecuencias, para asignarle un valor y aprender de la experiencia. Las áreas cerebrales encargadas de procesar las recompensas y castigos intervienen durante la exposición al resultado y muestran actividad anticipatoria, previa a la obtención del mismo. De hecho, la anticipación de las situaciones futuras es un elemento clave para la conducta adaptativa, más aun ante resultados inesperados cuyas consecuencias no se puedan predecir. Teniendo en cuenta lo anterior y dada la influencia que ejercen los estados emocionales y las características personales en las diferentes etapas de la toma de decisiones, no es de extrañar que las intervenciones diseñadas para regular estos factores, como los programas basados en mindfulness, sean efectivas para mejorar la conducta adaptativa. Más concretamente, la práctica de la atención plena se ha demostrado eficaz para reducir el comportamiento de riesgo y para mejorar las habilidades de regulación emocional, el bienestar y la salud psicológica general. A pesar de la evidencia sobre los factores, tanto contextuales como personales, que determinan que la elección de la conducta sea más o menos funcional, falta investigación para esclarecer cómo se configuran los sistemas neurocognitivos y de personalidad implicados en las distintas etapas de la toma de decisiones, y cómo los cambios que se producen en estos sistemas permiten anticipar y procesar resultados inesperados y prevenir la conducta desadaptativa. El objetivo principal de la tesis es arrojar luz en los aspectos citados, utilizando contextos de riesgo reales y cotidianos. Un ejemplo diario de toma de decisiones donde pueden observarse comportamientos de riesgo, con resultados impredecibles y catastróficos, son los entornos de tráfico. Por ello, y debido a su gran validez ecológica y posibilidad de generalización, se utiliza la conducción para abordar los objetivos de los estudios de la tesis. El estudio 1 explora las bases neuroanatómicas del comportamiento de conducción arriesgado en situaciones de la vida real, y su relación con la impulsividad cognitiva y la sensibilidad a las recompensas y castigos. Los resultados indican que existe una tendencia a presentar un menor volumen de materia gris total cuanto mayor es el nivel de riesgo. También se observa que las personas que conducen de manera arriesgada muestran un menor volumen en regiones que forman parte de las redes de control cognitivo y de recompensa cerebral, como la corteza frontal, parietal y temporal superior, los giros parahipocampal y fusiforme, la ínsula, el cerebelo y el estriado ventral. Por otro lado, observamos que, incluso ante la ausencia de diferencias en los rasgos de personalidad, la impulsividad y la sensibilidad a las recompensas y castigos se relacionan de manera distinta con las estructuras de las redes de control y recompensa, en función del nivel de riesgo en conducción, encontrando, en las personas más arriesgadas, correlaciones absolutas más bajas entre el volumen cerebral y los rasgos de personalidad. En conjunto, los resultados apoyan el modelo dual del comportamiento de riesgo e indican que existe una alteración en la configuración de los circuitos neurales implicados en la valoración de las recompensas, implementación de la acción y regulación del comportamiento en personas arriesgadas. El estudio 2 investiga el procesamiento cerebral de los eventos catastróficos. Para ello se han utilizado los periodos previos y posteriores a la ocurrencia de accidentes en contextos de conducción simulada. En ambos periodos se ha analizado la actividad cerebral, estimada mediante el registro de electroencefalografía de alta densidad (EEG), y la conectividad efectiva de las siete redes principales del cerebro (VN: visual; SMN: somatomotora; LN: límbica, DAN: atencional dorsal; VAN: atencional ventral; FPN: frontoparietal y DMN: red por defecto). Los resultados indican que durante el periodo previo a la ocurrencia de un accidente se activan las cortezas parietal inferior y cingulada anterior y la ínsula. Además, se produce un flujo de activación causal, o conectividad efectiva, entre los nodos de las redes atencionales, VAN y DAN, y dentro de los nodos de la red límbica. Por otro lado, cuando el accidente acaba de ocurrir, las cortezas orbitofrontal, parietal inferior y cingulada anterior, y los giros frontal superior y medio se activan, y se produce una mayor conectividad efectiva entre redes, desde la VAN hasta la SMN, y entre nodos, desde nodos de las redes visual, VAN y DMN, hasta nodos de las redes frontoparietal, atencionales y límbica. Estos patrones de actividad cerebral y conectividad efectiva sugieren que la activación de procesos relacionados con la saliencia y el procesamiento emocional permite la anticipación de la ocurrencia de eventos catastróficos, como los accidentes. Además, una vez que el accidente ha ocurrido, se inician los procesos de control necesarios para adaptar el comportamiento a las nuevas demandas del ambiente. El estudio 3 explora los efectos de una intervención basada en mindfulness a nivel neuroanatómico y su relación con el mindfulness disposicional y la impulsividad. Nuestros resultados indican que el entrenamiento en mindfulness mejora el mindfulness disposicional, Además, el cambio en las habilidades de atención plena, después de la intervención, se relaciona con cambios en los niveles de impulsividad. Asimismo, observamos que el entrenamiento en mindfulness produce una reducción en el volumen del núcleo caudado que, su vez, se relaciona con una menor urgencia positiva. Es decir, el entrenamiento en mindfulness mejora la habilidad de observar las propias sensaciones y percepciones y la capacidad para dejar pasar los pensamientos y las emociones, sin aferrarse ni reaccionar ante su ocurrencia. Además, produce cambios a nivel de estructura cerebral que se relacionan con una disminución en los niveles de impulsividad, reduciendo la tendencia a actuar de manera precipitada ante situaciones que generan emociones positivas. En conjunto, nuestros resultados muestran que los sistemas de control cognitivo, procesamiento emocional y recompensa cerebral actúan de manera interconectada en las diferentes etapas de la toma de decisiones, desde la formación de preferencias y selección de la acción, hasta la anticipación y valoración de resultados y la regulación de la conducta. Además, la impulsividad, la sensibilidad a las recompensas y castigos y la atención plena disposicional también se sustentan en estos sistemas neurocognitivos e influyen en el proceso de toma de decisiones y en la conducta adaptativa.